Licenciada en Psicología, profesora de Pedagogía Terapeútica y formadora de ecología emocional, Isabel Carrión del CEIP Jaime Balmes de Valencia nos descubre en este artículo los beneficios de introducir en el aula la ecología emocional y cómo ayudando a los estudiantes a gestionar sus emociones de manera positiva pueden mejorar su bienestar personal, relaciones y rendimiento académico.
Si analizamos la vida en los centros educativos, se observan cada vez más comportamientos agresivos, actitudes pasivas y falta de motivación. Muchos casos de bajo rendimiento académico que vemos en el aula tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no en la falta de capacidad cognitiva. Así, existe un desconocimiento de las propias emociones, las de los otros y una falta de estrategias para manejarlas.
Resulta preocupante que en la actualidad el sistema educativo lejos de preparar a las personas para afrontar su vida, las entrenen únicamente en la adquisición de conocimientos que poco ayudan al desarrollo de las personas auténticamente libres, emocionalmente maduras y personalmente equilibradas.
Si queremos una educación mejor tenemos que aprender a gestionar las emociones que se generan, bien sean desequilibrantes como el miedo, envidia, ira, celos o agradables de sentir como la alegría, ilusión, voluntad, gratitud y confianza. Es necesario la prevención y capacitar a las nuevas generaciones con herramientas emocionalmente ecológicas para la búsqueda de soluciones.
‘Una casa emocional’ para trabajar las emociones
Desde mi experiencia como docente llevo a cabo con mis alumnos de 3º de Primaria la gestión adaptativa de las emociones desde la ecología emocional. Seguimos cuatro pasos:
- Permitimos sentir la emoción, sea la que sea.
- Identificamos lo que sentimos y ponemos nombre.
- Traducimos la información que nos trae.
- La valoramos y nos desprendemos de ella, actuando en consecuencia.
Luego aplicamos la metáfora ‘Nuestra casa emocional’ a través de un taller que es autoconocimiento y reflexionamos para tomar conciencia de qué emociones entran y cuales salen. En función de cómo tengamos nuestra casa emocional habrá alumnos con un buen nivel de salud emocional y otros que se sentirán en desequilibrio e infelices.
Percibimos a través de la casa emocional que puede haber emociones como el enfado que se queda encerrado y a fuerza de acumular ira y dejar pasar el tiempo sin gestionarla ésta puede convertirse en rabia, rencor o resentimiento. Estas emociones es necesario ventilarlas y sacarlas de nuestra casa.
También pueden estar encerradas la envidia y los celos que son emociones dolorosas de sentir y se van a convertir en tóxicos emocionales que nos dañaran a nosotros y a las personas que nos rodean, llegando a arrasar nuestras relaciones.
No debemos prohibir que entren en nuestra casa determinadas emociones desagradables como son la tristeza y el miedo porque ellas te informan de algo que es importante para reconducir tu vida. Deberemos dejarlas entrar, acogerlas, escucharlas y que no se instalen permanentemente en ella. Tampoco es conveniente retener o evitar compartir emociones tan bellas como la alegría, el amor, la ternura, la gratitud. Cuando no expresamos estos sentimientos evitamos que mejores el clima emocional y dejas de dar vitaminas emocionales a tus relaciones.
Cómo gestionar los celos, el miedo y la ansiedad
Conocida nuestra casa emocional, seguimos percibiendo nuestra interioridad y realizando la dinámica del semáforo, que con una serie de afectos desagradables de sentir (emociones, sentimientos, estados de ánimo) y sobre los que reflexionamos y vemos si están presentes, avisándonos de la necesidad de hacer alguna mejora en algún sentido. El color verde representa que todo va bien; el color amarillo significa que te está avisando de que debes intervenir para evitar daños mayores; y el color rojo significa que es urgente que hagas algo al respecto.
Todas las emociones que han salido en el semáforo de color rojo pasamos a reciclarlas, igual que los contenedores de reciclaje de la basura. El reciclaje consiste en transformar positivamente las emociones dolorosas. Las más frecuentes de salir en mis alumnos son las siguientes:
- Celos. Su gestión emocional ecológica requiere autoconocerse, potenciar los puntos fuertes, tener claro que nadie es propiedad de nadie, trabajar la autonomía personal, aprender que la exclusividad en los afectos comporta la pérdida del amor, aprender a respetar los espacios propios y los de los demás, y dedicarnos tiempo para desarrollarnos porque nos dará más confianza. Así convertimos los celos en superación. Esta emoción es importante trabajarla bien para prevenir la violencia de género.
- Miedo. Hay que trabajar la confianza en nosotros mismos, la voluntad, la cesión del control, aceptar la provisionalidad de la vida, aceptar que es normal tener miedos, aprender a autotranquilizarse y trabajar nuestros límites y potencialidades.
- La ansiedad requiere sustituir preocuparse por “ocuparse”, diferenciar lo que uno puede controlar de lo que no y aprender a lidiar con la incertidumbre y centrarnos en el presente.
Otras técnicas de interés
Como los pensamientos son los responsables de nuestras emociones, aplico también otra metáfora con mis estudiantes: se llama ‘El eje pensamiento-emoción-acción’. Cuanto mejor alineado esté nuestro eje, cuanto más coincida lo que pensamos con lo que sentimos y hacemos, tanto más equilibrio sentiremos. El bienestar es el resultado de la coherencia con nosotros mismos y nos da confianza para enfrentar los problemas y retos que la vida nos depara.
Realizamos, además, la dinámica de ‘Pensamientos mueven emociones’. En este caso, el alumnado analiza en cada caso a qué conducta te pueden llevar un pensamiento y las emociones si no haces algo para gestionarlas adaptativamente.
Si enseñamos a nuestros alumnos a canalizar su energía emocional repercutirá positivamente en su bienestar personal, en sus relaciones y también en su rendimiento académico. Ya lo decía Pitágoras: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Está en nuestras manos prevenir el acoso escolar y la violencia de género. ¡Ánimo!
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