Melina Furman lleva años investigando cómo potenciar el pensamiento científico, desde los primeros años hasta el nivel universitario, con especial énfasis en la formación docente y en la innovación educativa. Además de su faceta como profesora, coordina el equipo de Ciencias Naturales del Instituto Nacional de Formación Docente (del Ministerio de Educación de Argentina) y es fundadora de la asociación Expedición Ciencia, una institución que realiza campamentos científicos para jóvenes.
Su pasión por ‘hacer pensar’ le ha llevado a formar parte del equipo organizador de TEDxRíodelaPlata, así como a dirigir el equipo de trabajo de Ciencias Naturales del Proyecto Escuelas del Bicentenario, un programa de la Unesco y la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos) para mejorar los colegios con alumnos vulnerables en su país. Escribió y condujo, asimismo, el programa infantil de televisión ‘La casa de la ciencia’.
¿Por qué es importante que los docentes potencien el pensamiento científico y tecnológico entre el alumnado de Infantil y Primaria?
Los seres humanos somos científicos y tecnólogos desde la cuna, porque desde muy pequeños exploramos el mundo haciéndonos preguntas, inventando cosas nuevas y observando mediante prueba y error para ver qué sucede cuando modificamos las condiciones del entorno. Sin embargo, en la actualidad también sabemos que hay que potenciar ese pensamiento investigador, porque no evoluciona de forma espontánea. Es preciso enseñarlo desde la primera infancia, porque nos ayuda a hacernos buenas preguntas, a tomar mejores decisiones, a mirar el mundo de manera curiosa y al mismo tiempo rigurosa; en definitiva, a estar mejor preparados para la vida. Por eso, creo que es tan importante, especialmente para aquellos que precisamente no van a ser científicos ni tecnólogos.
¿Cómo se puede fomentar desde casa?
Hay numerosas cosas que podemos hacer en casa. Una estrategia sencilla es dar respuesta a las preguntas curiosas que hacen los niños para explorar con ellos los temas que les generan interés. Hace poco, por ejemplo, estábamos en el jardín de casa y uno de mis hijos me preguntó cómo pueden respirar las lombrices debajo de la tierra. En estos casos, tenemos varias opciones, podemos decirles la respuesta, o buscarla y contársela si no la sabemos, al estilo de “las lombrices respiran a través de la piel y sanseacabó”. Pero también podemos hacer algo mejor (¡al menos cuando tenemos tiempo!): aprovechar su curiosidad e ir más allá, profundizando en la experiencia. Nosotros nos pusimos a leer sobre las lombrices, vimos vídeos en la web (el mejor fue el de muchas lombrices saliendo de un mismo capullo, hermosísimo) y terminamos jugando a las carreras con ellas para medir lo rápido que iban armando una pista en la mesa de casa.
Esto se puede trasladar a cualquier tema, por ejemplo, lo que estudian en la escuela. El primer secreto es ir metiéndonos dentro, viendo a dónde nos llevan, aprendiendo con nuestros niños de las formas más variadas posibles. Hoy día sabemos que a medida que se van volviendo conocedores o expertos en algo, los chicos van ganando autoconfianza y eso los motiva a seguir aprendiendo.
Este es un pequeño extracto de la entrevista publicada en el nº 32 de la Revista EDUCACIÓN 3.0 impresa, correspondiente a otoño 2018.
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