El mindfulness (también conocida como atención plena o consciencia plena en el presente) reporta a los estudiantes una serie de beneficios con los que, además de alejar el estrés provocado por el día a día, también les enseña a regular sus emociones, a ser más resilientes, a tener más confianza en sí mismos y a disponer de la capacidad para cambiar la perspectiva de las cosas. Estas son tan solo algunas de las ventajas que Eline Snel, terapeuta y docente de meditación, considera como fundamentales para practicar esta disciplina en las aulas.
La meditación y el mindfulness: ejercicios para niños
Entre las opciones a tener en cuenta a la hora de practicar mindfulness se encuentra la meditación, que permite que tanto los más pequeños como los adultos se sitúen en el momento presente a través de su respiración.
Eline Snel, que fundó en el año 2008 la Academia Holandesa para la Enseñanza de la Atención Plena y es la creadora del Método Snel (con el que enseña mindfulness a los pequeños y jóvenes) dispone de varias obras con actividades prácticas en torno a esta disciplina. Los siguientes ejercicios resultan muy útiles para poner en práctica e iniciarse en la meditación con los estudiantes, tanto en el aula como en casa.
- El botón de ‘pausa’: esta actividad resulta útil para que los niños paren de hacer eso que tanto les gusta (como jugar a su videojuego favorito o ver dibujos animados en el televisor, por ejemplo) y que pueden causar problemas ya que las realizan durante demasiado tiempo seguido. Para ello, tan solo hay que decirles que todos tenemos un ‘botón de pausa’ en nuestro cuerpo, animarles a buscarlo (ya que puede estar en la parte del cuerpo que ellos prefieran) y que con tan solo apretarlo podemos parar lo que estamos haciendo. ¿El objetivo? Percibir cómo se sienten en ese momento a través de la respiración, por ejemplo. Es importante que los adultos hagan también lo mismo, y utilicen su ‘botón de ‘stop’ para que los más pequeños puedan comprobar que sus padres o los docentes también pueden parar de hacer sus actividades diarias durante un rato.
- La meditación de los pensamientos. Con la técnica de los globos los estudiantes se pueden liberar por unos momentos de los pensamientos que distraen su mente y que no dejan paso a la tranquilidad y la reflexión. Para ello, el alumnado se puede colocar sentado o tumbado con los ojos cerrados. Tras centrar la atención en la respiración, se les propone que los pensamientos ‘intrusivos’ que vayan surgiendo en su mente los vayan visualizando y poco a poco los conviertan en globos de colores que se alejan lentamente hacia el cielo. Si llega un nuevo pensamiento se repite el mismo procedimiento: un globo por cada uno de ellos. Cuando todos los pensamientos se encuentran lejos, los estudiantes pueden prestar atención a su respiración y finalizar la práctica realizando diez respiraciones lentas y suaves.
- El sonido del silencio. Consiste en escuchar, de forma activa, el sonido de un instrumento que cuente con una gran vibración (cuenco tibetano, crótalos, campana…) hasta que éste deje de sonar y de paso al silencio. Acompañados por la familia o los docentes, es en ese momento cuando el alumnado, consciente del silencio que inunda el aula o la casa, debe levantar la mano. Así, los estudiantes centran su atención en un único sonido siendo capaces de llegar a escuchar, de verdad, el silencio que les rodea. Esta actividad resulta útil para fomentar la concentración de los estudiantes y mejorar la atención en el momento presente.
- Ser conscientes de las distracciones a través de la respiración. Con esta actividad (que pueden hacer los niños acompañados de los adultos) se trata de dirigir toda la atención a la respiración durante diez minutos. En ese tiempo, tan solo hay que centrarse en cómo entra y sale el aire del cuerpo. Al principio, quizá los más pequeños no se concentren en la tarea porque simplemente otros estímulos les distraigan y, en el caso de los adultos, puede ser que los pensamientos relacionados con el trabajo, las tareas diarias o las preocupaciones personales no les dejen centrarse en el ejercicio. Sin embargo, el objetivo principal de esta actividad no es concentrarse al máximo en ella, sino darse cuenta de por qué nos hemos distraído y tratar de acercar la atención, de nuevo, al momento presente.
- Meditar… como una rana. Eline Snel dispone de un ejercicio para que los más pequeños se inicien en la meditación como si fueran ¡ranas! Aunque este anfibio da grandes saltos, también es capaz de quedarse quieta durante mucho tiempo, atenta para cazar y llevarse algo de comer a la boca. Pues bien, los más pequeños tan solo tienen que imitar cómo inspiran y expiran las ranas (inflando y desinflando su vientre). Sentados como una rana, los estudiantes tan solo tienen que observar cómo se llena su abdomen de aire… y nada más.
Snel dispone de distintas obras como ‘Tranquilos y atentos como una rana’, ‘Respirad’ o ‘El despertar de la ranita’, su último libro, dirigido a niños de entre 18 meses y cuatro años de edad con una serie de ejercicios para iniciarse en la meditación.
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