Un gran número de conflictos surgen por la pérdida de conexión emocional entre las personas. Los seres humanos somos seres racionales y seres profundamente emocionales, por lo que es muy complicado llegar a un enfoque en soluciones si hemos perdido la conexión con la otra persona.
Para poder entender a qué nos referimos cuando hablamos de conexión emocional, es importante tener presente una serie de elementos:
- Características de las distintas etapas evolutivas
- Nociones básicas sobre el funcionamiento del cerebro
Un breve análisis sobre la evolución emocional durante los primeros años de vida del ser humano, podrá ayudarnos a entender comportamientos posteriores.
Evolución emocional durante los primeros años de vida
Etapa de 0-1 año: Esta etapa se caracteriza por el desarrollo del sistema motriz, se debe pasar de la horizontalidad a la verticalidad, y la mayoría de los esfuerzos tienen este objetivo. Lo importante en este período es observar y dar respuesta. Si esta etapa se trata adecuadamente, se estará contribuyendo a que el niño desarrolle confianza y competencia práctica, a tener un objetivo y a cumplirlo; por el contrario, si no se atiende adecuadamente, puede ser la desconfianza lo que prime en su desarrollo.
Etapa de 1-2 años: La criatura sigue desarrollando su sistema motriz, pero la diferencia es que ya ha logrado la verticalidad, su campo de acción es más amplio, y sus enfados también pueden ser más profundos, ya que es más consciente de todo lo que le rodea pero no puede alcanzarlo. Continúa desarrollando el concepto de confianza-desconfianza.
Etapa de 2-3 años: En esta etapa, niños y niñas realizan un importante desarrollo de la comunicación, poniéndola en práctica con quienes les rodean. Tienen un deseo de hacer todo por sí mismos, oportunidad que se nos brinda para fomentar su independencia. Los fracasos y el ridículo al que pueden verse expuestos por sus errores, pueden generar duda y vergüenza. Asimismo, las exigencias excesivas también pueden generar dicho sentimiento, o bien un voluntarismo extremo. Un acompañamiento asertivo en este período, contribuirá al desarrollo de la autonomía de la infancia.
Etapa de 3-4 años: En esta etapa ya se domina el movimiento y la comunicación, por lo que puede aparecer la demanda de poder. En este tiempo se recomienda trabajar con el sí, reconociendo los logros de niñas y niños. En este período, si se les dedica tiempo real a enseñarles cómo hacer las cosas, aprenden eficiencia. Recordemos que el reconocimiento de logros no está relacionado con el refuerzo positivo, son conceptos muy diferentes y que analizaremos en otro apartado.
Partes y funciones del cerebro
Otro de los elementos a tener en cuenta para la mejora de la conexión emocional es una división esquemática del cerebro, así como una breve explicación de sus funciones. Es una división y una descripción con un objetivo meramente didáctico. Debemos tener presente que el cerebro funciona interconectado entre sí.
De una manera muy esquemática, podemos dividir el cerebro en cuatro partes:
- Hemisferio derecho (1): es emocional, experiencial y no verbal. Se especializa en las imágenes, las emociones y los recuerdos personales.
- Hemisferio izquierdo (2): es lógico, literal, lingüístico y lineal (orden)
- Parte inferior: incluye el tronco cerebral y el sistema límbico (serían los sistemas instintivo y emocional). Tiene, entre otras funciones, el encargarse de las funciones básicas, de los comportamientos impulsivos, de las emociones, y de las respuestas de ataque y/o huida.
- Parte superior: se compone de la corteza cerebral. Esta parte está más evolucionada, y se encarga, entre otras cosas, de tomar decisiones y planificar con sensatez, controlar las emociones y el cuerpo, entenderse a sí mismo/a, sentir empatía y tener sentido de la ética. Se asientan las funciones cognitivo-ejecutivas del cerebro.
Cuando nacemos nuestro cerebro es inmaduro. Según algunos autores, hasta los 22 años el cerebro superior no está totalmente desarrollado (3), y durante los 3 primeros años de vida, y desde el punto de vista del desarrollo, las funciones del hemisferio derecho priman en la infancia, hecho que explica muchos de sus comportamientos.
Para que nuestro comportamiento no se caracterice por la impulsividad, la inmediatez y la falta de precisión, es necesario que exista una integración horizontal de ambos hemisferios, así como una integración vertical, del cerebro inferior con el cerebro superior.
Cuando hablamos de integración nos referimos a las acciones encaminadas a conseguir un equilibrio en los sistemas arriba descritos, es decir, acciones que busquen mantener la conexión emocional y racional. Cuando estas acciones van dirigidas por parte de la persona adulta hacia la infancia y/o juventud, podemos hablar de corregulación. Saber qué pasos seguir ante estas situaciones, permitirá no caer en luchas de poder o en actitudes herméticas por alguna de las partes.
Regulación emocional y lenguaje no verbal
Hay autores que nos dicen que el lenguaje de las emociones es el lenguaje no verbal, y es por ello que en momentos en los que priman las respuestas que podríamos llamar pro supervivencia, es decir, respuestas impulsivas, no reflexivas y poco precisas, las palabras pueden sobrar. La primera sugerencia es la regulación emocional.
Cuando como personas adultas estamos actuando desde la integración de los sistemas antes descritos (hemisferios derecho e izquierdo y parte inferior y superior del cerebro), es mucho más fácil que podamos contribuir a la corregulación de esa otra persona que en un momento dado ha perdido esta integración y está teniendo un comportamiento pro supervivencia. Como dice Siegel, en cierto modo, para la infancia, nos convertimos en su cerebro superior externo hasta que el suyo se haya desarrollado (4).
Conexión emocional y enfoque de soluciones
Tras la regulación se recomienda la conexión emocional y finalmente el enfoque en soluciones. Esta sugerencia de regulación-conexión-reflexión se aplica con independencia de la edad de la persona con la que queremos comunicarnos. Es muy posible que en edades muy tempranas, ese niño aún no pueda reflexionar sobre lo ocurrido; sí podemos, con nuestro propio comportamiento, mostrar una alternativa a la acción realizada por parte del infante.
(1 y 2) El cerebro del niño, Siegel y Payne, 2013
(3) El cerebro afirmativo del niño, Siegel y Payne, 2018
(4) El cerebro afirmativo del niño, Siegel y Payne, 2018
Para completar el artículo, os recomendamos la visualización del siguiente vídeo:
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