A mediados de marzo y prácticamente de un día para otro los docentes y estudiantes se vieron inmersos en un nuevo escenario: la educación online en la pandemia. Sin previo aviso, 10 millones de alumnos se encontraban en sus casas y toda la comunidad educativa (incluidas las familias) tuvieron que involucrarse en un modelo educativo a distancia.
Ahora, y una vez finalizado el curso, cabe preguntarse: ¿ha funcionado la educación online en la pandemia? La Ministra de Educación, Isabel Celaá, no lo cree y, por ello, se optará por retomar las clases presenciales para el próximo curso: “El curso escolar 2020-2021 será, si no hay una situación pandémica grave, presencial para la mayoría de estudiantes y, especialmente, los más pequeños, porque la enseñanza online ‘no funciona’ para educar”.
Pero, teniendo en cuenta que las medidas anunciadas para la vuelta a las aulas han causado un gran malestar entre la comunidad educativa (ya que serán los propios centros los que tengan que controlar el virus) ¿qué ocurrirá si los contagios vuelven a dispararse? ¿De qué forma se reforzará la educación a distancia?
Los problemas de la educación online en la pandemia: el trabajo de los docentes y la brecha digital
En declaraciones de Celaá, la educación online en la pandemia fue una respuesta inmediata a la emergencia sanitaria del momento, “pero ni educa ni sustituye los aprendizajes presenciales y la socialización de los menores, además de generar brechas educativas graves”. Pero, ¿por qué no educa? ¿Ha puesto esta pandemia en evidencia las carencias del sistema educativo, mayoritariamente presencial?
En respuesta a la primera de las preguntas, Francisco Mora, doctor en Medicina y Neurociencia, considera en una entrevista para EDUCACIÓN 3.0 que “nada puede sustituir a la humanidad del maestro en el aula” y que el apego emocional que se crea con y entre los estudiantes dentro del ámbito presencial es realmente difícil alcanzarlo en un proceso educativo a distancia.
Unido a la cuestión emocional, la crisis sanitaria también ha puesto en evidencia las carencias de un sistema educativo presencial que no ha suministrado de suficientes recursos ni de formación al cuerpo docente para una situación como la vivida. Sin un modelo definido, los docentes han tenido que adaptar los contenidos a la educación a distancia en tiempo récord, haciendo uso de herramientas para comunicarse con el alumnado o realizar tareas en línea que, en algunas ocasiones, nunca se habían utilizado.
Tal y como comenta Juan José Haro, doctor en Biología en la Universidad Autónoma de Barcelona y docente de Matemáticas e Informática en ESO y Bachillerato, ni los estudiantes están preparados tecnológicamente, ni el profesorado dispone de la formación necesaria para pasar del medio físico al virtual, ni los temarios ni libros de textos están adaptados a un cambio de modelo.
Por esta razón y en los primeros días, en los que reinaba la confusión y la incertidumbre, la tendencia giró en torno al envío de tareas y deberes de lo último explicado en clase. Un asunto que Haro considera un error: “Los docentes de las etapas educativas obligatorias no estamos acostumbrados a la educación online. Por lo tanto es normal que cometamos muchos errores que provienen de los hábitos adquiridos en la educación presencial. El primer paso para solucionarlos es, por supuesto, conocerlos”.
Junto a la falta de experiencia para trabajar en un entorno online, el profesorado también se ha encontrado con otros problemas: mayor carga de trabajo y estrés por la realización de las tareas diarias o una permanente conectividad que ha hecho más difícil la compaginación con la vida familiar, por ejemplo. Unos problemas provocados por un traspaso del horario ‘literal’ del aula a la pantalla y que, como indica Fernando Trujillo, no era viable para una sociedad que se vio confinada en sus casas de un día para otro.
Además, a estas cuestiones hay que añadir el problema de la brecha digital. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos en el año 2019, el 91,4% de los hogares españoles cuentan con conexión a Internet. Sin embargo, muchos de ellos solo cuentan con un ordenador para toda la familia o los equipos informáticos no son los adecuados. Además, la brecha digital también se encuentra dentro de los propios centros o por Comunidades Autónomas.
Y ahora, ¿cuáles son los pasos a seguir?
Sin un plan definido, los docentes han trabajado durante estos meses siguiendo el currículo escolar y adaptando los contenidos a la nueva situación. Pero, ¿cómo se debería abordar la educación a distancia de cara al futuro? Aunque el Ministerio de Educación ha anunciado el lanzamiento del programa ‘Educa en Digital’, para impulsar la transformación tecnológica de la Educación en España y con el que se pondrá en marcha plataformas de asistencia a profesorado, alumnado y autoridades educativas mediante la Inteligencia Artificial y para promover una educación más personalizada, lo cierto es que todavía queda mucho por hacer en el ámbito de la educación online.
Alexis Moreira es docente de la Universidad de O’ Higgins en Rancagua (Chile) y para este experto es esencial una mayor formación tecnológica del profesorado, un apoyo socioemocional del alumnado y una priorización en los objetivos de aprendizaje esenciales dentro del curriculum.
Al debate también se une el formador e investigador Vicent Gadea, que considera fundamentales seguir una serie de pautas para impartir de forma correcta una clase online: planificación de la sesión con antelación, adaptar la evaluación al contexto particular o generar una mayor retroalimentación con el alumnado a través de foros abiertos (para todo el grupo) o vía correo electrónico para acompañar y atender las dudas individuales de cada uno de los estudiantes.
De este modo, diferentes instituciones educativas como la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) cuentan con un grupo de investigación en Educación y TIC, Edul@b, que en plena pandemia puso de manifiesto algunos de los asuntos a tener en cuenta para aplicar la enseñanza en línea en un futuro. El documento, ‘Decálogo para estudiar en línea en tiempos de coronavirus’ establece algunas cuestiones importantes como un rediseño del curso, la elaboración de actividades con recursos didácticos que ayuden a los estudiantes a resolverlas por sí mismos o crear dinámicas de interacción activa con herramientas que fomenten el trabajo colaborativo, entre otras.
Diferentes caminos que coinciden con la definición que Aitor Álvarez Bardón, director del área de Psicología de la Educación en la UNIR, establece en su artículo en ‘The Conversation’ .“La docencia online requiere de un conjunto de recursos para asegurar que el estudiante esté acompañado en todo su proceso de aprendizaje, que se cuenta con los apoyos adecuados y con la experiencia y preparación necesarias para ofrecer recursos de calidad, trabajo en equipo entre docentes y estudiantes y, cómo no, un sólido modelo educativo y pedagógico”.
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