En nuestro acelerado día a día, con numerosos quehaceres y una agenda cargada de tareas, no reparamos ni en el valor ni en la importancia de las palabras que usamos a diario.
Nos movemos entre laberintos de palabras, las pronunciamos y, en numerosas ocasiones, lo hacemos casi sin pensarlo. Esto hace que nuestra elección no sea siempre la más acertada y que provoquemos tristeza, pesadumbre, enojo e ira en los demás. No nos damos cuenta de la magia de las palabras ni de su poder para cambiar y mejorar nuestro mundo. ¿Qué palabras son imprescindibles en nuestro día a día?, ¿qué transmitimos con ellas?, ¿qué emociones provocamos en los demás?
Compartir el amor por las palabras
Con el fin de recapacitar sobre la fuerza de las palabras tiernas, alentadoras, que conectan, tranquilizan, transforman y fortalecen, propongo siete álbumes ilustrados para compartir el amor por las palabras, el lenguaje y la grata convivencia.
De la mano de los protagonistas de estos relatos, participamos del afán de recopilar palabras nuevas, insólitas, extrañas; las que nos gustan, las que nos hacen reír… Y, por el contrario, desterrar las amargas, las que provocan miedo, las que desearíamos que no existieran, las que hacen daño… Asimismo, descubrimos que lo más gratificante es el placer de regalar y compartir palabras tiernas, melosas, apaciguadoras, que dan luz y calor a los sentimientos y que contienen un gran poder balsámico porque ayudan, consuelan y reconfortan ya que emanan del alma y del corazón. Y, entre ellas, destacar las que favorecen el acuerdo o las que tienden puentes para resolver conflictos.
Por otro lado, tampoco hay que dejar de usar palabras fascinantes, sugerentes, evocadoras, inspiradoras y poéticas de manera creativa y con las que hacer asociaciones aleatorias, únicas y sorprendentes (siguiendo el ejemplo del binomio de Gianni Rodari) En definitiva: jugar con la gran capacidad expresiva del lenguaje y que nos adentra en el apasionante y fantástico mundo de la literatura.
La gran fábrica de las palabras
Bruno, romántico y soñador, vive en el país de la gran fábrica de las palabras. Allí la gente casi no habla porque para pronunciar las palabras, primero hay que comprarlas y luego tragarlas. También se pueden obtener rebuscando en los cubos de la basura, consiguiendo lotes de palabras en las rebajas de primavera o bien atrapando las que revolotean por el aire con unos cazamariposas. Evidentemente, no todas las palabras tienen el mismo precio y algunas son carísimas. Como consecuencia, los ricos se pueden expresar con un amplio caudal de palabras mientras que los pobres no tienen acceso a ellas.
Bruno está enamoradísimo de la dulce Andrea y le quiere hacer un regalo por su cumpleaños, pero no tiene bastante dinero en su hucha. Tan solo dispone de tres palabras inconexas que ha cazado con su red. Por lo tanto, no puede competir con la gran frase que puede pronunciar Óscar, un niño rico que también está enamorado de ella. Pero Bruno descubre que sus palabras le salen del fondo de su corazón. Cuando, finalmente, pronuncia sus tres palabras con inmenso amor, Andrea las recibe como si fueran piedras preciosas y responde con una cálida sonrisa.
Esta tierna, poética y emotiva historia nos recuerda la fuerza de la comunicación oral y no verbal para poder relacionarnos con las personas con las que convivimos y que nos rodean.
- Autora: Agnes De Lestrade
- Editorial: Tramuntana
El coleccionista de palabras
Jerónimo no colecciona sellos, ni monedas, ni piedras ni cromos. Ha descubierto la magia de las palabras que le rodean y, por eso, las colecciona. Para ello, llena cuadernos con sus palabras favoritas, luego las clasifica en soñadoras, científicas, poéticas, enérgicas… Además, escribe poemas y canciones conmovedoras.
Un día, se resbala, las palabras salen volando y se mezclan. El resultado es espectacular e insólito porque se combinan palabras que nunca imaginó que podrían encajar tan bien.
Sigue coleccionando y concluye que las más simples son las más contundentes como: ‘Lo siento’, ‘Gracias’, ‘Te comprendo’ o ‘Me importas’. Comprueba que el hecho de conocer cada vez más palabras le permite compartir sus pensamientos, sentimientos y sueños aún más con otras personas. Una tarde, decide subir a la colina y lanza su colección al viento. En el valle, las personas corren para atraparlas. En ese momento, Jerónimo, muy emocionado, no tiene palabras para describir lo feliz que se siente. El mensaje final que cierra el relato es motivador y sugerente: “Busca tus propias palabras. Dile al mundo quién eres y qué vas a hacer para mejorarlo”.
- Autor: Peter H. Reynolds
- Editorial: RBA
La caja de las palabras
Ari colecciona palabras que no conoce. Las escribe y las guarda con sumo cariño en una caja, su gran tesoro. Tanto su curiosidad como su avidez por aprender nuevas palabras son imparables. Por fin, en su octavo cumpleaños, recibe un regalo revelador: ¡un diccionario! Le fascina desvelar los misterios de las palabras y averiguar el significado de cada una de ellas, como si saborease un delicioso helado. Así no sólo sacia su ansia de conocimiento y de entender mejor el mundo que le rodea, sino que también disfruta del poder creador del lenguaje.
El lector es testigo del camino de aprendizaje que Ari emprende y la acompaña en ese emocionante recorrido. En todo momento, la pequeña contagia su entusiasmo y su amor por el lenguaje, las palabras, la poesía y, en definitiva, por la literatura.
- Autora: Mar Benegas
- Editorial: Lóguez
El ladrón de palabras
El enigmático protagonista sale todas las noches, escalera en mano, en busca de palabras. No habla con nadie, solo trepa por los tejados, observa, escucha y atrapa las palabras que salen por las chimeneas de los hogares. Después vuelve a su cabaña del bosque con su preciada cosecha. Allí, las clasifica y las mete en tarros de cristal. A menudo, las mezcla y las lanza al aire. Y es el azar quien se encarga de combinarlas y crear recetas suculentas: dos palabras dulces, cuatro saltarinas, una larga, otra extranjera, dos sonoras, una misteriosa…
Una noche, un niño le saluda con un ‘¡Buenas noches!’ y él le responde con un ‘¡Gracias!’, que pronuncia bajito y por primera vez. A partir de entonces, quedan todas las noches, se intercambian nueces y caramelos e historias entre risas y paseos por el bosque o la ciudad. Poco a poco se va dando cuenta de la belleza y del infinito valor de las palabras para comunicarnos con el mundo y, en especial, del placer que entrañan cuando las compartimos con los demás.
Un día, el pequeño ladrón conoce a una niña y se queda mudo porque no sabe qué decir. Sus palabras almacenadas no le sirven, debe buscar nuevas palabras para ella, ¡palabras de amor!
- Autora: Nathalie Minne
- Editorial: Edelvives
La coleccionista de palabras
Luna tiene una pasión peculiar: colecciona palabras divertidas, que producen cosquillas en el paladar y en los oídos; términos bellos que hacen llorar, amables que acarician el alma; deliciosas, mágicas, locas, curiosas…
Poco a poco ya no las escucha, se da cuenta de que las palabras bellas están desapareciendo del mundo porque las personas están demasiado ocupadas y no las valoran. Así que decide que es hora de actuar. Emprende un viaje con su maleta repleta de palabras bonitas para repartir entre todas las personas ‘necesitadas’. Va sembrando por aquí y por allá palabras de amor, amistad, fraternidad, comprensión, tolerancia y diversión. De repente, su maleta se queda vacía, pero no se pone triste. Al contrario, mira a su alrededor y observa cómo las personas han cambiado porque reparten, comparten y regalan palabras. Entonces Luna comprende la magia de compartirlas en lugar de atesorarlas para sí misma.
- Autora: Sonja Wimmer
- Editorial: Cuento de luz
Las palabras dulces
La pequeña ardilla Lola se despierta con palabras dulces, a punto para ser pronunciadas. Está ansiosa por dedicárselas a alguien e intenta decirlas durante todo el día, pero le resulta bastante difícil porque su papá y su mamá siempre tienen mucha prisa y en el autobús y en el recreo hay demasiado ruido. Tampoco se las puede dedicar a quien le gusta porque pasa a gran velocidad en su monopatín. ¿Podrá decir sus palabras dulces?, ¿qué efecto surtirá cuando las pronuncie? Y… una vez dichas, ¿volverán al día siguiente?
Tras la lectura, nos damos cuenta de que todos necesitamos dar y recibir manifestaciones de amor y cariño para ayudar, consolar y expresar emociones y sentimientos. Por supuesto, no hay que callar las palabras dulces porque son cálidas, reconfortantes y medicinales.
- Autores: Carl Norac y Claude K.Dubois
- Editorial: Corimbo
¿Cuántas palabras?
La pregunta reiterada de cuántas palabras esconde una persona en su nombre, se convierte en un reto para el lector. Así pues, nos invita a combinar las letras que aparecen en los diferentes nombres propios para formar palabras. Por ejemplo, Olga incluye lago; Omar, amor o Roma; Eva; ave y Olivia, alivio.
A partir de estos desafíos, podemos plantear nuevos acertijos y encontrar nuevas palabras en nuestros nombres y en el de nuestros familiares y amigos. Y, a continuación, construir frases simpáticas y divertidas. Además, podemos crear acrósticos para dar información sobre nuestra personalidad, aficiones y gustos o bien elaborar ocurrentes palíndromos. Con ayuda de las herramientas TIC, también podemos diseñar nubes de palabras. Sin duda, todos ellos retos para jugar con el enorme potencial creador del lenguaje.
- Autor: Isaías Isabel
- Editorial: Ediciones Castillo
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