miércoles, 21 de octubre de 2020

Fernando Trujillo: “La educación presencial es insustituible”

La crisis sanitaria pilló a la educación del revés sin el soporte que le daba la presencialidad en las aulas. El curso ha comenzado de nuevo y los centros, docentes y equipos directivos necesitan pautas y propuestas para estructurar lo que será la educación de ahora en adelante.Y de eso trata el último manual de Fernando Trujillo (docente en la Universidad de Granada y socio fundador de ‘Conecta 13’) ‘Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento’, en el que se recogen distintas propuestas para la educación del siglo XXI. 

Trujillo señala que un cambio en la educación no es sinónimo de ‘digitalizar las escuelas’ sino de preguntarse cuál es el verdadero uso que se quiere hacer de la tecnología; que hay que reforzar la educación presencial pero sin olvidar (y mejorando) todos los mecanismos que se llevaron a cabo en pleno confinamiento y que la educación es una tarea permanente a lo largo de la vida y también colectiva (en la que las familias son aliadas necesarias).

Y ahí está la clave de la educación del futuro: “La educación dejará de ser una tarea exclusiva de la escuela, aunque ésta siga siendo la institución fundamental y privilegiada de aprendizaje en sociedad”.

Pregunta: El objetivo de este libro es hacer propuestas útiles para la educación del siglo XXI tras la crisis sanitaria. ¿Cuál es el papel que deben asumir docentes y estudiantes en esta ‘nueva educación’?

Respuesta: La pandemia de COVID-19 ha generado en la educación una serie de grietas que nos permiten ver las debilidades del sistema, aquellos aspectos que deben ser reforzados para la construcción de un sistema educativo ajustado no solo a la realidad actual, que es ciertamente excepcional, sino también a los retos que plantea el siglo XXI.

En este sentido, tanto los docentes como los estudiantes comparten un reto: aprender para desarrollar su vida ciudadana y en sociedad, además de sus competencias personales o profesionales. Es decir, el aprendizaje en el siglo XXI es la puerta de una vida plena en lo personal y en lo social y sin unos aprendizajes mínimos parece difícil alcanzar un desarrollo pleno y feliz del individuo en sociedad.

Futuro educación

Para ello, además, tanto docentes como estudiantes viven en conexión. Ser nodos de distintas redes y comunidades nos permite no sólo aprender más y mejor sino también poder contribuir a la mejora de la sociedad y de nuestro entorno, contribuyendo a tareas tan importantes como la promoción de la salud propia y de quienes nos rodean, el cuidado del medioambiente, la defensa de los derechos humanos o la aspiración compartida que representan hoy los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Con este telón de fondo se desarrolla la actividad de construcción del conocimiento y la docencia. Ambas implican hoy nuevos roles como la resiliencia, la búsqueda y gestión de información, la lectura y el pensamiento crítico o el desarrollo de las alfabetizaciones múltiples. Este conjunto de roles representan cómo será el aprendiz y los educadores del siglo XXI, especialmente a partir de esta experiencia de pandemia que, de algún modo, ha alterado la ‘normalidad’ secular de la institución escolar.

P: Comenta que el periodo de confinamiento ha convertido las aulas en un espacio vacío e inerte, desprovisto de su sentido primordial. ¿Qué ocurrirá con la educación presencial a partir de ahora?

R: La educación presencial es un dispositivo de aprendizaje de gran relevancia en nuestra cultura, no sólo por la adquisición de conocimientos sino por representar una experiencia de socialización de gran calidad entre distintas generaciones y perfiles sociales y familiares diferentes. En este momento representa una institución insustituible en nuestra sociedad.

Sin embargo, la irrupción del coronavirus y la puesta en funcionamiento de la educación a distancia durante el confinamiento y de educación semipresencial durante el presente curso tendrá un impacto en la educación presencial. Sería temerario olvidar la experiencia vivida y desmontar muchos de los mecanismos y las prácticas que se han organizado para mantener la educación en funcionamiento más allá de la presencialidad.

«El aprendizaje en el siglo XXI es la puerta de una vida plena en lo personal y en lo social y sin unos aprendizajes mínimos es difícil alcanzar un desarrollo pleno y feliz del individuo en sociedad»

En este sentido, podríamos hablar de una presencialidad enriquecida por la tecnología, que ya estaba presente en muchos centros educativos y que ahora tenderá a generalizarse ya sea por decisión propia de los docentes y los centros o por estímulos ofrecidos desde la Administración educativa u otras instituciones.

P: ¿Cuál es el plan que deberían seguir los docentes para enseñar más allá de la presencialidad? ¿Qué pasos adelante se pueden dar para mejorar nuestra educación presencial tradicional?

R: Hay cuatro planos de expansión de la presencialidad promovidos por la tecnología, algunos de los cuales ya se han experimentado durante el confinamiento: el plano comunicativo, que usa la tecnología para establecer vínculos y garantizar la interacción entre el alumnado, el profesorado y las familias; el curricular, que incluiría tanto la presentación de contenidos como las actividades de aprendizaje a realizar (para las cuales se utilizaría la tecnología especialmente en la promoción de enfoques activos de enseñanza y aprendizaje); el evaluador, que utiliza recursos tecnológicos para promover una evaluación alternativa al examen escrito, más en consonancia con el tipo de actividades que se plantean en el plano anterior y, por último, un plano de la facilitación, que pone la tecnología al servicio del aprendizaje de todo el alumnado para garantizar que todos aprenden con propuestas, como el diseño universal de aprendizaje o la instrucción diferenciada.

educación online

Como se puede ver, en todos ellos la tecnología juega un papel importante pero lo central es preguntarnos para qué queremos usar la tecnología. En este sentido, el objetivo no es ‘digitalizar la escuela’ sino aprovechar el potencial de la tecnología para promover una mejora sustancial de la educación, pensando más en cuestiones como la cultura de la institución y las prácticas que tienen lugar en la misma.

P: La organización para este nuevo curso ha traído de cabeza a todos los centros educativos. ¿Cómo debe actuar un equipo directivo para adaptarse a la nueva situación y también para lo que viene?

R: En realidad, si algo ha traído de cabeza a los centros educativos, son dos cuestiones: la falta de instrucciones claras por parte de la Administración (las decisiones sustanciales para el curso 2020-2021 se tomaron a finales de agosto y principios de septiembre, por mucho que nos quieran hacer creer que estaban tomadas con anterioridad) y la falta de recursos en los centros.

Es decir, la cuestión no es cómo deben adaptarse los equipos directivos, que sin lugar a dudas lo están haciendo, sino por qué, a pesar de las peticiones claras y concretas de los centros, no se han dispuesto ni los recursos ni las medidas necesarias con la antelación suficiente. En mi opinión, la responsabilidad recae en el ámbito de actuación de la Administración, que ha actuado tarde y en muchas regiones con dudas y limitaciones.

En el ámbito concreto de los centros, si bien en un primer momento ha sido necesario que los equipos directivos desarrollaran un enorme liderazgo de gestión, especialmente durante el diseño de los planes de contingencia y su puesta en funcionamiento inicial a principios del curso 2020-2021, una vez que ya está iniciado es necesario que este liderazgo de gestión pase a ser invisible y ocupe todo el espacio el liderazgo centrado en el aprendizaje: los centros deben poner en marcha sus proyectos educativos en el marco generado por la COVID-19, a pesar de todas las dificultades y restricciones.

Es decir, es fundamental que se naturalice el uso de mascarillas y demás medidas higiénico-sanitarias y empecemos a hablar de aprendizaje y enseñanza en el contexto actual: este curso tiene que tener valor educativo, no sólo asistencial.

«El objetivo no es ‘digitalizar la escuela’ sino aprovechar el potencial de la tecnología para promover una mejora sustancial de la educación, pensando más en cuestiones como la cultura de la institución y las prácticas que tienen lugar en la misma»

P: ¿Hacia dónde se encamina la educación? ¿Cuál será el papel de las familias?

R: Hay dos grandes lecciones en el confinamiento y la pandemia: en primer lugar, la educación es una tarea permanente a lo largo de la vida y no debemos perder el foco a corto, medio y largo plazo; en segundo lugar, la educación es una tarea colectiva, en la que las familias son aliadas necesarias.

Si la primera afirmación nos debe hacer recordar que aquellos elementos curriculares que se dejan de ver un año podrían ser revisados al año siguiente o en contextos de aprendizaje no formal, la segunda nos recuerda que la educación trasciende el espacio del aula y de la escuela y tiene lugar en el contexto del hogar y, también, en la ciudad.

Así pues, nos encaminamos hacia un futuro donde la educación tendrá un valor más ecológico y dejará de ser (si no lo ha hecho ya) una tarea exclusiva de la escuela, aunque ésta siga siendo la institución fundamental y privilegiada de aprendizaje en sociedad.

Docentes futuro

P: ¿Un mensaje para los docentes del futuro?

R: Es arriesgado lanzar mensajes al futuro. La mayor parte de los mensajes encerrados en botellas o no llegan a su destinatario o quedan obsoletos por el camino.

Quizás la única realidad inmutable en educación es que la docencia es una actividad situacional y contingente. Es necesario estar atentos a los cambios de la sociedad y cómo esta crece en complejidad para ser capaces de responder también desde la complejidad de una profesión que está en permanente evolución. 

Hoy nos corresponde dar respuesta a la crisis sanitaria pero más adelante serán otras crisis (medioambientales, con total seguridad, pero también económicas o sociales); la educación y el profesorado representan uno de los principales mecanismos de reacción ante estas crisis, tanto por anticipación de sus causas y sus efectos como mediante la preparación de unos ciudadanos y ciudadanas concienciados y preparados para su presente y su futuro. En esta crisis las educadoras y educadores han demostrado su valía y su capacidad de reacción y lo seguirán haciendo en el futuro.

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