Melina Furman, doctora en Ciencia de la Educación de la Universidad de Columbia (EE.UU) e investigadora del CONICET (Argentina) afirma que estamos enseñando a los niños “a no pensar” y que para cambiar esto es clave el papel que juega la escuela y la familia en casa.
“Mamá, ¿cómo hacen las lombrices para respirar debajo de la tierra?”. Fue lo que le preguntó uno de sus mellizos de cinco años a la investigadora en Educación argentina, Melina Furman, mientras jugaban en su casa en el jardín. Lo cuenta en una charla TED en Río de la Plata en la que habla de “aprender en casa” y en la que explica que en esas preguntas curiosas “hay una enorme oportunidad que aprovechar”.
Sin conexión con las vidas de los chicos y sus emociones, hay poca chance de generar aprendizaje profundo y perdurable que sirva para la vida
Además de doctora en Ciencia de la Educación de la Universidad de Columbia (EE.UU) e investigadora del CONICET, el Consejo de Investigación Técnica y Científica de Argentina, Furman dirigió el equipo de Ciencias Naturales del Proyecto “Escuelas del Bicentenario”, un programa de Unesco y la OEI para mejorar los colegios de contextos vulnerables en Argentina. Escribió y condujo, además, un programa infantil de televisión, “La casa de la ciencia”; fue coordinadora científica del Posgrado en Enseñanza de las Ciencias de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO); dirigió el programa de formación docente “Urban Science Education Fellows” de la Universidad de Columbia y es autora de varias publicaciones, entre ellas, “Educar mentes curiosas: la formación del pensamiento científico y tecnológico en la infancia” (Fundación Santillana).
En esta entrevista, la doctora Furman insiste que estamos enseñando a los niños “a no pensar” y frente a esto hay un importante papel que jugar tanto en la escuela como en casa. En cuanto a las lombrices, cuenta, que acabó con sus mellizos jugando a una carrera en el patio y que descubrieron que estos invertebrados tienen diez corazones y respiran por la piel, no poseen ni nariz ni pulmones. Lo importante no era la respuesta sino despertar su curiosidad y enseñarles “a tener ideas maravillosas”.
Ha pasado 20 años investigando la educación, ¿qué nos dice la ciencia sobre lo que debemos hacer y lo que no?
Uh, ¡muchas cosas! Entre las más importantes podría mencionar que hoy sabemos que para aprender hace falta mucho más que poder repetir contenido enciclopédico. Hay que ofrecerles a los alumnos oportunidades para procesar lo que aprenden de muchas cosas: explicándolo con sus palabras, aplicándolo para solucionar problemas de distintos tipos, enseñándoselo a otros, mostrando lo aprendido a través de distintos formatos. Sin conexión con las vidas de los chicos y sus emociones, hay poca chance de generar aprendizaje profundo y perdurable que sirva para la vida.
En una charla TED comentaba que posiblemente todos los programas del mundo digan que la escuela tiene que fomentar la curiosidad o la capacidad de hacerse preguntas pero luego no lo hacen. ¿Cómo se lleva a la práctica eso que nos dice la Ciencia?
Eso se lleva a la práctica ofreciéndoles a los alumnos experiencias en las que tengan desafíos a resolver, problemas o preguntas que investigar, debates y otras oportunidades de aprendizaje activo. En la enseñanza de las Ciencias, por ejemplo, se puede partir de casos de historia de la ciencia o de problemas locales para generar preguntas curiosas y procesos de investigación que los chicos puedan recorrer guiados por sus docentes.
Insiste en que no hace falta hacer borrón y cuenta nueva sino pensar lo que venimos haciendo bien y darle una vuelta estratégica. Con los recursos que cada escuela o profesor tiene, ¿qué consejos les daría?
Que busquen buenos modelos de secuencias didácticas, actividades y proyectos para poder adaptarlos a sus clases y grupos de alumnos. En estas épocas de internet los profesores tenemos acceso a muchos recursos para inspirarnos y tomar como modelos para enriquecer e implementar en nuestras aulas.
Hábleme de la transformación de las escuelas del Bicentenario, ¿cómo lo hicieron?
Fue un proyecto que se realizó entre 2007 y 2013 en siete provincias de Argentina, en las escuelas más desfavorecidas. Trabajamos con capacitadores en cada provincia que a su vez acompañaban a los docentes en la revisión reflexiva de sus prácticas, acompañados por buenos materiales didácticos que ayudaban a generar modelos más vivenciales y activos de enseñanza. También trabajábamos con los directores, para fortalecer su visión pedagógica y la construcción de una cultura institucional de trabajo en equipo y práctica reflexiva.
¿Qué cambiaría en el ritmo escolar para que sea posible el tipo de clase del que habla? ¿Un descanso a mitad de semana, como hacía hasta hace poco Francia los miércoles? ¿Ampliar el número de profesores? ¿Reducir las clases?
Creo que esto es más agudo en Secundaria. Ahí hace falta generar otras condiciones de trabajo institucional para los docentes: más horas remuneradas destinadas a la planificación, por ejemplo, y evitar la separación en compartimentos aislados del currículo en tantas asignaturas. En Primaria, al menos en mi país, Argentina, también hay muchos docentes que trabajan en más de una escuela, y eso hace que resulte difícil poner pausa y tomarse un tiempo para pensar otras maneras de enseñar. Una de las estrategias que ha dado mejores resultados en este sentido es la de parejas pedagógicas, donde hay más de un profesional planificando y enseñando, incluso con grupos numerosos de alumnos.
Defiende que en casa se puede enseñar a tener ideas maravillosas… ¿Cómo se hace?
¡Claro que sí! Estoy terminando un libro sobre eso. Hace poquito di una charla en TEDxRíodelaPlata que se llama “Aprender en casa”:
¿Quién despertó en usted el amor por aprender? ¿un profesor? ¿sus padres?
La investigación nos dice que es importante elogiar el esfuerzo, no el talento.
Mucha gente. Algunos profesores, sí. También mis padres, que siempre disfrutaron mucho jugar y aprender con mi hermana y conmigo. Y muchos libros de autores que me inspiraron, como Carl Sagan u Oliver Sacks, que siempre me contagiaron (aunque nunca los haya visto en persona) su pasión por el conocimiento.
¿Cuál es la pregunta más difícil que le ha hecho uno de sus hijos?
No lo sé. Mis hijos son súper preguntones, pero siempre trato de encontrarle la vuelta a sus preguntas para que puedan entender mi respuesta. ¡Disfruto mucho de que sean tan curiosos, aunque hay que tener paciencia!
Dice que no todos los elogios son buenos. ¿Cómo se elogia mal y cómo se hace bien?
La investigación nos dice que es importante elogiar el esfuerzo, no el talento. Los estudios de Carol Dweck hablan de la necesidad de construir una mentalidad del esfuerzo, que ayuda a los chicos a sentir que están en control del proceso y que no es algo que viene o no dado “de fábrica”.
¿Cómo se despierta el amor por aprender por esos alumnos que el sistema deja de lado o que no tienen tanto apoyo en casa?
Creo que en esos casos los profesores son la clave. Siempre pregunto en mis conferencias quién les despertó el amor por aprender, y la gran mayoría de la gente menciona a maestros o profesores que les abrieron la puerta del conocimiento.
¿Qué le parecen estos rankings que posicionan sistemas educativos y el hecho de que los gobiernos estén adaptando sus políticas educativas a ellos?
Me parece que hay que leerlos con cuidado, entendiendo qué información nos aportan –creo que aportan datos valiosos para pensar— pero teniendo en cuenta que no hay una sola forma de medir qué sucede en los sistemas educativos, y que para pensar políticas educativas los exámenes internacionales tienen que ser solo una parte de las fuentes de información.
Qué papel cree que juega la tecnología en educación y dónde no hace falta?
Creo que puede potenciar mucho los aprendizajes, siempre y cuando estén al servicio de la enseñanza de temas y habilidades que valgan la pena, y sin pensarlas como solución a los problemas educativos. Como madre, creo que con los niños pequeños es importante limitar la exposición a la tecnología en los primeros años de manera que puedan construir opciones de juego y aprendizaje “desenchufadas”, dándoles tiempo para crear sus propias estrategias e incluso, de vez en cuando, aburrirse un poco sin que los adultos salgamos corriendo a darles la tablet para que se entretengan.
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