No lo digo yo, lo dice Klaus Schwab: «Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes». Schwab afirma sin ningún atisbo de duda que esta nueva revolución puede afectar, incluso, a nuestra manera de ser humanos. ¿Te suena muy radical? Pues está ocurriendo a toda velocidad: la situación de pandemia global está siendo un caldo de cultivo inmejorable para ello.
Una situación de emergencia educativa sin precedentes
¿Y en qué medida nos está afectando a nosotros? Los docentes lo vivimos en primera persona: nuevas herramientas metodológicas, nuevas competencias a desarrollar, nuevos contextos educativos, nuevos espacios de aprendizajes… Las palabras nuevo y cambio nos persiguen y, en algunos casos, hasta nos hacen perder pie. Vértigo, ansiedad, no saber ya ni dónde estamos ni por qué o para qué estamos dando clase. Es como subir una montaña muy empinada, con obstáculos, con mochilas, con cierto cansancio… ¿Cuánto tiempo vamos a aguantar subiendo? ¿Cuántos kilómetros podremos seguir avanzando en reserva?
Posiblemente nos encontramos ante una emergencia educativa sin precedentes que supone un desafío que no podemos -ni debemos- afrontar solos. Necesitamos reconectar con el sentido y alcance de la educación, y volver a preguntarnos, con responsabilidad, sobre las condiciones adecuadas para que sea posible. Hasta llegar a la cuestión más desafiante: qué me toca a mí poner en juego en este proceso de transformación y cambio.
Enseñar, educar y acompañar
En un contexto de transformación como el actual, de un docente se espera que enseñe una determinada asignatura o materia. Con razón nos llaman a veces ‘enseñantes’. Enseñanza sería, en este sentido, un sinónimo de ‘instrucción’. Me pregunto entonces, ¿podríamos ser sustituidos por un robot? Si reducimos la docencia a esta sola dimensión, no sería impensable… creo que en muchos casos hasta lo harían mejor que nosotros.
Pero nuestra propia experiencia nos dice que la transmisión de conocimientos es insuficiente para hablar con propiedad de la misión de educar. La educación, como comprende Robert Spaemann, es enseñar a vivir. Esta es la asignatura más importante que todos estamos llamados a cursar… y a aprobar. Un docente educa cuando enseña a sus alumnos no solo su materia, sino a ser persona, transmitiéndoles valores, actitudes, virtudes… Y podemos ir más allá:: un maestro llega a desplegar en plenitud su labor cuando acompaña, guía y camina junto a sus estudiantes, se pone en juego con ellos, aprende de ellos.
La educación se convierte en un campo de juego de crecimiento mutuo, donde alumnos y profesores recorren, juntos, un camino de encuentros y desencuentros hacia su maduración personal.
La figura del docente
Lo que no podrá sustituir la tecnología y permanecerá en esta vorágine de cambios es la relación del profesor con el alumno, esa es la condición adecuada para llevar a buen puerto la educación. No basta con saber qué son las cosas o qué significan valores como la sinceridad o el respeto, hay que experimentarlos en primera persona, y en relación con otras personas. La relacionalidad se convierte así en el paradigma pedagógico fundamental para el desarrollo de la propia identidad de la persona.
Esta dimensión relacional de la persona viene de serie, por supuesto, pero el contexto en el que hoy hemos de educar en ella es nuevo. Los medios digitales han multiplicado enormemente nuestras posibilidades de relacionarnos y comunicarnos, aunque también podrían tener el efecto de alejarnos imperceptiblemente del otro. Educar a los niños y jóvenes para relacionarse de forma auténtica y profunda, sea en el contexto de una presencialidad física o de una presencialidad virtual, con los matices que en cada caso sean necesarios, es otro de los grandes desafíos del docente hoy.
Y me gustaría enfatizar algo más: una llamada a ser “percheros”. Me explico. Las nuevas tecnologías, metodologías, dinámicas de aprendizajes…podríamos visualizarlas como perchas que pueden ayudarnos, y mucho, a la formación integral de los estudiantes en cualquier etapa. Pero necesitan un perchero para sostenerse, ordenarse y encontrar su lugar para que no se amontonen sin sentido o queden desparramadas por el suelo. Este perchero somos tú y yo, cualquier educador que conoce cómo están sus alumnos, qué necesidades tienen y cuál de esas perchas va a lograr responder a su realidad concreta. Además, el propio alumno ¡está llamado a ser perchero! También a tener criterio en este mundo cambiante, en el que se tiene que aprender a vivir con sentido porque lo que está en juego no es otra cosa que su felicidad.
Una respuesta ante estos desafíos
Tenemos una oportunidad ante este momento histórico. O nosotros, los profesores, reconectamos con nuestra vocación, nos dotamos de competencias y herramientas, y respondemos con sentido a estos desafíos, o difícilmente podremos afrontar con éxito ‘el momentum’. Este es uno de los motivos que nos ha llevado a crear el primer ‘Programa en Educación emocional, social y de la creatividad para la transformación educativa”. Queremos fortalecer al docente, afianzarle en su misión educativa y recordarle que no existe herramienta más poderosa a su alcance que él mismo. Por eso, hemos desarrollado un itinerario pedagógico que propone una transformación sistémica: personal, comunitaria, institucional incluso. Los primeros que tomamos el testigo de este MOMENTO somos nosotros, los educadores… Puedes saber más de este programa asistiendo al evento de presentación que se celebrará entre los días 18 y 21 de enero de 2021 .
Partimos de la imagen simbólica de la tierra (Módulo I), la realidad, nuestro campo de juego EDUCATIVO. Para saltar al agua (Módulo II) al ámbito de las emociones, como elemento indispensable que purifica y genera energía. Mientras, el fuego (Módulo III) en su temperatura justa aporta luz y calor, que es lo que queremos para nuestras relaciones. El aire (Módulo IV) inspira, se expande y también es generador de energía como la creatividad. Terminamos con un proyecto real de transformación (Módulo V) y la luz, símbolo de la realidad transformada. La tuya, la de tus relaciones.
Eso sí que es un reto. En medio de esta revolución social, tecnológica y educativa, estamos llamados a irradiar luz, a ser palanca luminosa de cambio e incluso a ser el cambio que queremos ver en los alumnos. Sé tú, profesor: enseña, educa y acompaña para que tu alumno sea feliz en este futuro que les pertenece gracias a ti.
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