“Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Esta es la definición que da la RAE de lo que es el plagio, un problema que también afecta al entorno educativo cuando se trata de la elaboración de trabajos e, incluso, de tesis doctorales o investigaciones. “En la práctica, supone transcribir literalmente frases sin referenciar”, explica Juan Antonio Huertas, vicerrector de la Universidad Autónoma de Madrid.
En concreto, se considera que una obra ha sido plagiada si tiene un alto
porcentaje de coincidencia con una obra ajena, sea de forma literal o con
diferente semántica. Cuando se produce este hecho, además de suponer un problema académico, puede tener también consecuencias legales, debido a que la propiedad intelectual de una obra está contemplada en la LPI (Ley de Propiedad Intelectual), en la Ley Orgánica y en el Código Penal, el cual pena la distribución, comunicación pública o plagio de obras protegidas por la Propiedad Intelectual.
¿Cómo se enfrentan las instituciones educativas a esta problemática?
El problema del plagio es habitual en distintos niveles educativos, aunque es el entorno universitario donde más casos se producen. Para poder hacer frente a esta problemática, las instituciones educativas encuentran en los programas de plagio un aliado a la hora de detectar similitudes entre trabajos. Se trata de programas automáticos alojados en la nube que permiten comparar el contenido del texto con trabajos previamente presentados y devolver al docente el porcentaje de plagio encontrado en ellos, si este existiera.
Para acceder a este tipo de programas existen diferentes alternativas como instalarlos de forma independiente en los equipos informáticos, alojarlos en un servidor en la nube o integrarlos en el campus virtual de cada centro educativo. Esta última es la elegida, por ejemplo, por la Universidad Autónoma de Madrid, donde profesores y estudiantes podrán encontrarlo dentro de la plataforma Moodle, que organiza todas las asignaturas de títulos oficiales. “Con ello conseguimos que cuando el alumno haga el envío del trabajo para su corrección, se cree una copia en el programa y comience el análisis”, comenta su vicerrector.
El proceso para utilizarlos es sencillo y lleva solo unos minutos: bastará con subir el trabajo al programa y este detectará automáticamente aquellas partes que no son originales.
Una gran base de datos
Detrás de este proceso de detección de plagios hay una importante labor informática. Este tipo de programas funciona con un crawler (o base de datos online) que contiene una ingente cantidad de trabajos procedentes de fuentes como documentos de otros participantes de la plataforma, artículos académicos ya publicados, bases de datos de diferentes editoriales o más de 10 mil millones de páginas web.
Una vez analizados, se emite un documento en el que se presenta un porcentaje de plagio y un sombreado en aquellas partes que no son propias junto a un link remitiendo a la fuente original y el grado de importancia que tiene el plagio (indica si se trata de una copia literal, la misma expresión con otras palabras o, simplemente, existe algún error a la hora de referenciar).
En el mercado existen diferentes actualmente diferentes soluciones y cada una cuenta con una particularidad distinta. Así, Turnitin integra una interfaz que ayuda a los estudiantes a ver en qué áreas necesitan mejorar la citación. Aunque si lo que quieren es poder acceder directamente el programa para que analice el trabajo antes de enviarlo a corregir, Viper o Plagtracker sí tienen disponible esta opción.
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