Cuando el objeto de aprendizaje es algo tan intangible e incorpóreo como el pensamiento, ¿cómo hacerlo visible? ¿Cómo propiciar la cultura del pensamiento en el aula? ¿Cómo enseñar a pensar? Podemos hacerlo de forma estructurada y consciente a través del aprendizaje basado en el pensamiento (ABP o TBL en inglés).
Mª Milagros Rubio Pulido, maestra y miembro del Servicio de Tecnologías Educativas de la Consejería de Educación y Empleo de Extremadura, nos ofrece estrategias y recursos para conseguirlo. Puedes ampliar este artículo en el Portal Emtic de la Junta de Extremadura.
¿Qué es el TBL?
Propuesto por Robert Swartz, este enfoque pretende enseñar a pensar eficazmente a los estudiantes a través del currículo escolar con un trabajo sistemático en cualquier nivel educativo y/o área de conocimiento, potenciando el papel activo del alumnado para aprender a aprender.
Trabajar de manera regular y metódica la cultura del pensamiento en el aula promueve que nuestros alumnos sean pensadores más eficaces, personas más autónomas, responsables, flexibles, resolutivas… En definitiva, competentes, especialmente en cuanto a la competencia para aprender a aprender.
Planificar la enseñanza del pensamiento
Si queremos que se monitoricen los hábitos del pensamiento para convertirse progresivamente en automatismos, es necesaria una planificación consciente de cómo enseñamos a pensar.
¿Qué condiciones son necesarias? El Proyecto Zero de la Universidad de Harvard considera estas ocho: tiempo, entorno físico, oportunidades, rutinas y destrezas, lenguaje para describir el pensamiento, interrelaciones, creación de modelos y expectativas del profesorado respecto a que todos los alumnos pueden aprender a pensar eficazmente.
Esto requiere que los docentes arbitremos momentos y situaciones escolares que inviten a la reflexión, tanto de forma individual como colectiva, promoviendo la capacidad metacognitiva de todos nuestros alumnos y dejando que transformen lo que aprenden.
Estrategias y recursos para enseñar a pensar
Sea cual sea nuestra especialidad o materia, podemos y debemos entrenar el pensamiento, ayudar a visibilizarlo. Pongamos nombre y apellidos a algunas corrientes actuales que tienen como común denominador el aprendizaje estructurado del pensamiento:
- Rutinas de pensamiento (David Perkins). Son patrones sencillos basados en un protocolo de pasos a seguir para explorar las ideas que se tienen sobre un tema determinado. Ejemplos: Color-Símbolo-Imagen (CSI), Pienso-me interesa-investigo, círculo de puntos de vista, etc.
- Destrezas de pensamiento (Rober Swartz). Suponen emplear procedimientos de pensamiento complejo para organizar, clasificar y relacionar ideas o conceptos que ayuden en la toma de decisiones y resolución de problemas. Se clasifican en tres categorías: destrezas de pensamiento creativo, crítico y analítico. Se apoyan en organizadores gráficos.
- Hábitos de la mente (Arthur Costa). Son patrones de pensamiento y conductas inteligentes que se observan cuando enfrentamos problemas y dilemas de la vida. Son 16 hábitos y puedes conocerlos en este artículo de “Escuela de experiencias”.
- Llaves del pensamiento (Tony Ryan). Son instrumentos que ayudan a desarrollar el pensamiento crítico y creativo por medio de preguntas. Tenemos 20 llaves que abren el pensamiento, clasificadas en dos colores: moradas para el desarrollo del pensamiento crítico y naranjas para el creativo.
- Otras técnicas. “Seis sombreros para pensar” de Edward De Bono, Visual Thinking (pensamiento visual), diarios de aprendizaje, Baraja de la metacognición de Ágora Abierta, modelos de pensamiento, etc.
Profe, ¡párate y piensa!
Analicemos nuestra práctica didáctica respecto a cómo enseñamos a pensar a nuestros alumnos; cómo favorecemos su competencia para aprender a aprender.
Entrenar el pensamiento facilita que los alumnos lleguen por sí mismos donde el docente ya ha llegado por su madurez y experiencia, dándoles el tiempo y las herramientas necesarias.Esto implica no dar por entendido lo que yo entiendo, no presuponer que algo debe saberse porque ya está explicado, no imponer mi forma de pensar como única forma posible, no considerar obvio lo que para mí se muestra como cotidiano.
En los contextos de aula surgen muchas oportunidades para enseñar y aprender a pensar, ¡aprovechémoslas! Nos sorprenderá la originalidad con la que nuestros alumnos razonan sobre la realidad circundante.
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