Si hay en educación un tema controvertido es el de poner deberes escolares y quizás la reflexión debería enfocarse más hacia lo que entendemos por deberes y su razón de ser y no tanto en si son buenos o malos.
Cuando nuestro alumnado llega a casa después de una larga jornada lectiva, en numerosas ocasiones, aún debe enfrentarse a más de una hora de trabajo extra. Ante esta situación muchas son las incertidumbres que se generan.
¿Qué entendemos por deberes?
Si pensamos en ellos como una tarea o conjunto de tareas encaminadas a la creación de un hábito de trabajo, la adquisición de la responsabilidad y el compromiso, la organización del tiempo y la gestión del mismo, el desarrollo de la memoria y el esfuerzo, creo que nadie dudaría de la necesidad de hacer deberes.
De este modo, se conciben como una vía para el aprendizaje de valores y normas muy necesarias para el bienestar futuro, para el éxito y la felicidad de la vida adulta.
Los deberes no tienen por qué ser sinónimos de aburrimiento, repetición y agotamiento.
Los deberes deberían combinar muchos tipos de habilidades cognitivas (memorizar, ejercitar, diseñar, inventar…) y no siempre las mismas.
¿Qué pasaría si la escuela permitiera, a través de los deberes, dar cabida a la creatividad, la imaginación, el diseño, la emoción, el misterio o la magia? Poner deberes como inventar un cuento, escribir cartas a personajes famosos, confeccionar sopas de letras, buscar la solución a un reto matemático, crear cartas para juegos de aula, imaginar un final para una historia de clase, versionar la letra de una canción… De esta manera se repasarían los contenidos sin tener que odiar lo que hacen.
¿Deben las familias hacerlos con sus hijos?
Las familias no deben ayudarles y, mucho menos, hacer los deberes de sus hijos. Es decir, si los deberes quieren instaurar o propiciar el desarrollo de determinados valores, tal y como citamos anteriormente, no tiene sentido que sea la familia la que se encargue de ellos. Los niños deben hacer los deberes solos, y si no saben, dejarlos sin hacer y comunicar esta dificultad al profesor en el aula. Será responsabilidad del docente volver a enseñar la materia las veces que sean necesarias y utilizar estrategias diversas para que todos puedan aprender, sin tener que dejar este trabajo a las familias, que muchas veces no tienen tiempo y/o no tienen por qué saber sobre esa temática.
Solo en situaciones puntuales será conveniente que la familia ayude. Pero, si bien no deben hacer los deberes, sí tienen que acompañar a los pequeños en este proceso, preguntándoles cómo fue el día, qué tienen que hacer y estar en comunicación permanente con el centro para verificar que las tareas se están llevando a cabo.
¿Dónde se deben hacer los deberes?
Los estudiantes deben de tener un espacio cómodo, agradable, libre de distracciones y con todos los materiales de trabajo a mano. Aquí son las familias las encargadas de asignar un lugar correcto para este proceso.
¿Cuánto tiempo hay que dedicarles a diario?
Depende de las características de los niños: ritmo, la edad… Pero sí es muy importante tener claro que el tiempo de trabajo en los niños debe ser progresivo con el paso de los años y que nunca debe de exceder una hora en la Educación Primaria.
¿Cuándo hacerlos?
Aunque se piensa que lo ideal es hacer los deberes en las primeras horas de la tarde, a la vuelta del colegio, esto no siempre es lo mejor. Será nuevamente el conocimiento de las características personales de nuestros hijos las que nos indiquen el momento adecuado.
En muchas ocasiones, sobre todo en las primeras edades, conviene ir alternando periodos de trabajo con periodos de descanso. En otros casos, después de la práctica de actividades físicas y deportivas, es cuando el cerebro muestra una mejor predisposición para el aprendizaje.
¿Necesitan hacer deberes todos los niños?
Ni el ritmo de trabajo ni los conocimientos son igual en todos nuestros alumnos. Hay quienes presentan un ritmo más lento o que tienen un nivel menor de conocimientos sobre determinada tarea. Si no repasan y refuerzan esos contenidos, la brecha se hará cada vez más grande conforme vayan pasando los años de escuela y puede incluso derivar en fracaso escolar en los cursos altos. En contraposición, encontramos un grupo de alumnos que, con el trabajo del aula, les es suficiente para haber interiorizado los contenidos y ya no necesitan repasar. Pero, en este segundo campo, es igualmente importante el trabajo en casa para la creación de un hábito que será sin duda necesario en etapas posteriores.
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