John Collick, es Doctor, Asesor Principal de Promethean y autor de obras de ciencia-ficción. Le gusta definirse a sí mismo como ‘futurista’ y reflexiona sobre cómo estudiantes y docentes pueden crear sus propios y únicos sistemas educativos.
Los educadores que quieren usar tecnología en las aulas se encuentran con un doble reto: el ritmo al que evoluciona dicha tecnología y la desbordante variedad de herramientas disponibles. El mundo tecnológico puede reinventarse por completo en pocos meses, mientras que los planes estratégicos educativos tardan años en desarrollarse -y décadas en mostrar sus resultados-. Esto significa que la tecnología en el aula normalmente está impulsada por los dispositivos, y no por quienes los utilizan.
Por ello, las implementaciones a gran escala suelen fracasar cuando la tecnología se intenta introducir de modo inadecuado, sin una idea definida de cuál es la intención final y sin formación para los profesores. No sorprende que las nuevas tecnologías acaben resultando frustrantes para muchos.
En los últimos años ha cambiado la manera en que interactuamos con la tecnología
Los últimos años han marcado un cambio en la manera en que interactuamos con la tecnología; hemos pasado de grandes sistemas a aplicaciones más personales. Al mismo tiempo, nuestra comprensión acerca de cómo funciona la mente humana ha desencadenado una revolución total. Nos encaminamos hacia la convergencia de la tecnología, la neurociencia y el aprendizaje personalizado, lo cual supone un nuevo paradigma para la educación.
Debemos fijarnos en que nuestra interacción con la tecnología es fundamentalmente anárquica – se resiste a todo sistema, norma y restricción. Pensemos en los jóvenes que se mueven rápidamente de una a otra red social, así como de otras aplicaciones, en base a sus propios y cambiantes intereses. También es necesario entender cómo los límites entre los sistemas y nuestra identidad en el Siglo XXI se difuminan a medida que nos movemos hacia una fase de la existencia que podríamos denominar ‘tras-humana’.
En los últimos diez años, hemos aprendido más acerca de la mente humana que en los 4.000 anteriores, y algunos de los recientes descubrimientos son alarmantes y emocionantes al mismo tiempo. Sabemos que el cerebro es infinitamente maleable; cambia, se organiza y se desarrolla constantemente. De la cuna a la tumba podemos aprender, mientras el cerebro cíclicamente destruye y crea nuevas conexiones, renovándose a lo largo de la vida. Asimismo, es único, y como resultado, la experiencia de cada persona con las nuevas tecnologías basadas en aplicaciones eleva nuestra interacción a un nivel casi existencial.
Profesores y alumnos pueden completar sus respectivos ‘exo-yoes’ con las experiencias de uso de las aplicaciones que responden a sus necesidades e intereses personales
El autor de Ciencia Ficción Greg Egan acuñó el término ‘Exo-yo’ para referirse a la nube de interacción, identidades on line y avatares que llevamos a cuestas y que se han convertido en una extension de nuestra identidad real. Al alejarnos del tradicional modo de impartir clases magistrales y basadas en grandes sistemas de información, y según nos aproximamos a un modelo basado en las aplicaciones, estamos aprovechando el paradigma ya mencionado. Profesores y alumnos pueden completar sus respectivos ‘exo-yoes’ con las experiencias de uso de las aplicaciones que responden a sus necesidades e intereses personales. De ese modo, los estudiantes y profesores van creando sus propios y únicos ecosistemas educativos.
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