Al comienzo del nuevo curso, decidí dedicar tres de las cinco horas de Lengua de Secundaria a realizar una experiencia con la que los estudiantes se vieron muy enriquecidos: ‘Tuiteratura’. Para ello, al final de cada clase exponía un tema que serviría de inspiración para que cada alumno trajese un pequeño texto escrito al día siguiente en concordancia con el mismo. La única norma que puse: no podrían ocupar más de cinco líneas.
Una nueva clase, mil historias por contar
Al comienzo de la siguiente clase, cada alumno leía en voz alta su texto. Toda una práctica real de comunicación oral y de escucha que se hizo posible gracias a la brevedad de cada texto.
Gracias a esta práctica hemos conseguido escuchar todas las voces al menos tres veces a la semana, ya que todos tienen algo que decir y todos tienen algo que escuchar. Además, se presentó como una actividad con una carga emocional muy importante, ya que para la evaluación se tuvieron en cuenta los sentimientos que experimentaron los demás al escuchar las historias. Después de cada intervención, yo realizaba un comentario breve sobre algún aspecto de su contenido y forma pero, lo que más les enseñó es la participación del resto de la clase al acabar de leer el texto (siempre y cuando los compañeros lo considerasen oportuno).
Además de esta evaluación emocional, también lo hicimos de una forma más tradicional. En esta parte se decidió evaluar la progresión del desarrollo del trabajo, su responsabilidad y el esfuerzo. No existía la presión del examen, por lo que se produjo un aprendizaje sosegado mediante la experimentación y la interiorización.
Aprender ortografía y fomentar la creatividad: sus dos objetivos
Algunos de los temas propuestos estaban pensados previamente y otros surgieron en el transcurso de la clase. Los primeros días, por ejemplo, se centraron en el ‘comienzo del curso’, el ‘fin de semana’ o un ‘tema libre’. Cuando el grupo se iba animando, definía aún más: ‘¿qué es para ti el respeto?’.
Una vez que cogieron el ritmo, propuse temas algo más complicados y profundos: ‘texto descriptivo objetivo de mi habitación’, ‘tema libre con sustantivos en femenino y plural’, ‘texto descriptivo subjetivo de mi mamá’, ‘microcuento con cinco palabras que lleven h’ o ‘texto dialogado para hablar en coloquial’, entre otros. Aunque la propuesta pueda parecer muy complicada a simple vista, no es difícil, después de mi experiencia con los alumnos.
Además de fomentar el correcto uso de la ortografía, también había hueco para fomentar la creatividad. Es el caso de los textos en los que debían continuar el enunciado: ‘¡Nunca más! Le dijo la galleta a su hijo…’, ‘Agradezco este premio’ o los textos en los que tenían que crear palabras como: ‘inventa y define una palabra que sirva para nombrar a la persona que está distraída en clase y pon un ejemplo de su uso’.
Los textos más difíciles para ellos, pero quizás con los que más se han motivado, son los que tienen que pensar aún más: ‘texto con palabras que solo contengan la A’.
Otra de las cosas para las que nos sirvió esta experiencia fue para otorgar protagonismo a alguien de la clase sobre el que todos tenían que escribir en positivo. Resultó muy interesante escuchar las distintas posturas y los matices que aportar a la descripción subjetiva.
Una vez finalizado el cuatrimestre, se recopilaron todos los microtextos en un documento digital, así como en el blog de clase.
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