Imma Marín es la Presidenta en España de IPA (Asociación Internacional por el Derecho del niño a Jugar) y la autora del libro ‘¿Jugamos?’, que pretende dejar claro cómo el aprendizaje lúdico puede transformar la educación. Hemos hablado con ella y nos ha mostrado la capacidad del juego para revolucionar la educación.
¿Qué dificultades presenta el modelo educativo actual?
La escuela nacida a finales del siglo XIX, organizada para alfabetizar y enfocada a las necesidades de la industrialización, ha dado de sí todo lo que podía dar. Los objetivos con que nació y se estructuró están cada día más lejos de la realidad actual. La educación consiste en conseguir que el alumnado aprenda y hoy sabemos mucho más que ayer sobre cómo aprende nuestro cerebro; unas evidencias que todavía cuestionan más el actual modelo educativo.
La escuela está caminando de un modelo uniformador hacia un modelo en el que la creatividad es incentivada. En el que el alumno pasa a ser el protagonista de su aprendizaje y el maestro el acompañante y facilitador de esos aprendizajes. En el que el ‘ser’ de cada alumno toma tanto peso como el ‘saber’.
La escuela está caminando de un modelo uniformador hacia un modelo en el que la creatividad es incentivada.
¿Qué tipo de juegos son los que más resultados positivos ofrecen en educación?
En la etapa de Educación Infantil, sin duda el juego simbólico, los juegos de construcción y los juegos de exploración van a tener un papel relevante. A partir de los 6 años, los juegos de mesa y las construcciones más sofisticadas son un buen recurso. Sin olvidar las aplicaciones y juegos tecnológicos: apps, robótica, etc, que también nos ofrecen unas buenas oportunidades.
Hay que tener en cuenta cuál es el objetivo perseguido: ¿Un refuerzo en el área de Matemáticas? ¿La práctica de vocabulario o la construcción gramatical? ¿La cohesión del grupo aula? ¿La mediación en un problema relacional entre un grupo de alumnos?
Otros aspectos como el número de estudiantes, el tiempo del que dispondremos y el lugar dónde jugaremos van a influir a la hora de escoger el juego.
En este sentido, cada reto que nos planteemos podremos resolverlo a través de un juego de los que existen en el mercado o deberemos modificarlo; o quizás inventarlo totalmente e, incluso, producirlo. También tendremos la posibilidad de escoger una dinámica lúdica en donde el cuerpo se va a poner en juego, etc. Cada reto tendrá una respuesta diferente.
¿Cómo puede el juego transformar el proceso de enseñanza-aprendizaje?
Para contestar a esta pregunta debemos diferenciar juego de juegos. Si hablo de juego me estoy refiriendo a una actitud vital, que denominamos actitud lúdica. Si hablo de juegos me estoy refiriendo a las actividades con que ‘jugamos’. Es decir la rayuela, el dominó, la oca, o más recientemente juegos tecnológicos como Clash Royal o Fortnite, por poner algunos ejemplos. Con los juguetes organizamos juegos como con las muñecas, las peonzas o los disfraces. En definitiva, juegos y juguetes, son la expresión con que las diferentes culturas a lo largo de la historia han manifestado su capacidad de juego.
La utilización de juegos en el aprendizaje no deja de ser una técnica más para la facilitación del aprendizaje y si, igual que hablamos de aprendizaje basado en proyectos o aprendizaje basado en problemas o retos, hablamos de aprendizaje basado en juegos (ABJ) o Game based learning (GBL).
Sin embargo, lo verdaderamente transformador es el juego entendido como actitud lúdica. Actitud que tiene que ver con la capacidad para asombrarnos, con la curiosidad, con las ‘ganas de…’, con la creatividad y el tratamiento no convencional de objetos e ideas. Es una actitud ante la vida capaz de transformar la educación, porque transforma al profesorado y al alumnado de manera recíproca.
Es decir, no todo el aprendizaje podemos convertirlo en juegos, pero si podemos vivir el aprendizaje con la pasión y entusiasmo con la que nos sumergimos en los juegos y eso es lo que transforma el proceso de enseñar y aprender.
¿Cómo se puede introducir el juego en el aula sin caer en el ‘deja de jugar y ponte a trabajar’?
Lo primero que me sale ante esta pregunta, es recordar que el juego es un derecho de la infancia y que el trabajo infantil está prohibido ¡por ley! Y aunque es sólo una manera de hablar, las palabras tienen poder e impregnan nuestros marcos mentales, más de lo que nos gustaría.
Lo segundo es intentar desmontar el mito de que cuando juegas, como disfrutas, no hay esfuerzo (como característica del trabajo) y por tanto no hay aprendizaje. Yo diría que todo lo contrario.
Hay que desmontar el mito de que cuando juegas, como disfrutas, no hay esfuerzo (como característica del trabajo) y por tanto no hay aprendizaje
Se trata de interiorizar (y entrenar) que juego y aprendizaje no son dos cosas contradictorias, ni siquiera paralelas, sino las dos caras de una misma moneda.
Miremos la expresión de un grupo de niños y niñas delante de una partida, por ejemplo, de un juego de hacer parejas. Les vemos concentrados, atentos, incluso serios; con esa seriedad que da el querer hacerlo bien o muy bien. Pueden estar rato concentrados y enfadarse si alguien hace trampas. La partida ¡va en serio! Y se esfuerzan por hacerlo lo mejor posible. Y si su resultado no es lo suficientemente bueno, piden otra ronda para ¡la revancha!
Vemos cómo jugando pueden sostener el esfuerzo durante más tiempo, se concentran para dar lo mejor de sí mismos, si se equivocan, piden repetirlo y cuando consiguen el reto se sienten satisfechos y valientes para seguir aprendiendo. Y mientras han entrenado su memoria y han puesto en marchas sus estrategias. En palabras de Francisco Mora, prestigioso neurólogo, especializado en educación: “El juego es el disfraz del aprendizaje”. Yo no tengo ninguna duda.
¿Qué es lo que hace atractivo al juego de cara a los niños?
Los juegos son actividades libres (no se puede obligar a jugar) y, por lo tanto, la persona que juega se implica voluntariamente. Se realizan por el goce que generan, sin esperar otro resultado que el propio placer de jugar. El niño es autónomo en su juego. Esa capacidad lúdica es un impulso primario que nace del niño y le impulsa a explorar, descubrir, imaginar, probar, crear… No es una opción, es su manera de apropiarse del mundo. El juego en la infancia, y las aficiones o actividades lúdicas a lo largo de toda nuestra vida, tienen el atractivo de que las escogemos, disfrutamos con ellas sin esperar nada a cambio. No olvidemos que el juego es una capacidad del ser humano y no sólo una característica de la infancia, aunque en ella el tiempo dedicado a ella es mucho mayor. El hecho de jugar está relacionado con nuestra salud física y mental y nuestra capacidad de disfrutar de la vida.
¿Qué papel juega el recreo (el sitio de la escuela donde más se juega) en la educación de los niños?
Recreo es una palabra preciosa de la que pocas veces nos paramos a pensar su significado: crear de nuevo, revivir… Al patio en la escuela por supuesto que deberíamos darle una mayor importancia. No deja de ser un espacio exterior de aprendizaje. Si lo miramos con esos ojos, pasa a formar parte de los recursos educativos y no solo como espacio para descansar y distraer a los alumnos. Gracias a él pueden volver en condiciones al espacio de aprendizaje por excelencia, es decir, al aula.
El patio es el lugar de mayor intensidad relacional, donde se ponen en práctica los valores que ‘se enseñan’ en el aula (¿se pueden enseñar en el aula valores?). El espacio en donde los alumnos, de manera autónoma, reviven y recrean los aprendizajes, hacen suyo el vocabulario, resuelven sus retos y abordan sus conflictos. En primaria supone, aproximadamente 525 horas, lo mismo que el tiempo dedicado a materias como la lengua extranjera o la Educación Física.
Sin duda, el tiempo de recreo puede ser un tiempo precioso para el crecimiento personal y la convivencia, además de un espacio de experimentación y consolidación de aprendizajes.
¿Qué características debe tener un juego para que se considere educativo?
Todos los juegos educan, aunque posiblemente no todos lo hagan en los valores que queremos educar o en los aprendizajes que queremos incentivar. Incluso los juegos que compramos en las tiendas y que en principio solo tienen la pretensión de divertir aportan muchos elementos educativos. Por ejemplo: he de leer las normas o escuchar que alguien me las explique y poner atención; luego me he de someter a ellas, recordarlas y respetarlas; tengo que esperar mi turno, pensar mi estrategia para conseguir el objetivo… Si la acción que he realizado no me ha salido bien, he de imaginar y probar nuevas estrategias. Luego, debo sacar conclusiones y tomar decisiones y asumirlas. Tengo que empatizar con el otro para intentar adivinar qué acción hará y adelantarme o protegerme… Todo eso pasa, con un sencillo parchís o dominó y no digamos si lo complicamos un poco más con un Catán, un scrabble o un ruminkub.
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