Puede que esta escena te sea familiar, porque tú mismo la has vivido en el pasado. La profesora formula una pregunta en clase. Estás convencido de que tienes la respuesta, levantas la mano y contestas con mucha seguridad. Inmediatamente, te hace saber que te has equivocado. No era la respuesta correcta.
En el mejor de los casos, pasa al siguiente estudiante; en el peor, hace un comentario poco afortunado. Si alguna vez te ha sucedido: ¿recuerdas cómo te sentiste en ese momento? Quienes podemos recordarlo, usamos términos como humillación, vergüenza o deseos de desaparecer ante el error. Puede que haya sido momentáneo, y esos sentimientos no hayan dejado huella. Pero también cabe la posibilidad, sobre todo si la respuesta de tu profesora fue vergonzante o poco alentadora, de que inconscientemente hayas decidido dejar de arriesgar.
La respuesta equivocada
El problema es que necesitamos esos momentos en los que “damos la respuesta equivocada”, porque están llenos de oportunidades para aprender. Contrariamente a lo que muchos pueden suponer, cometer un error y ser corregido es una de las maneras más poderosas de adquirir y retener un aprendizaje. El punto está, entonces, en cómo reaccionamos ante la respuesta equivocada de un alumno y cómo le ayudamos a aprender de sus errores.
Cometer un error y ser corregido es una de las maneras más poderosas de adquirir y retener un aprendizaje
En los últimos años, especialmente desde el ámbito de la psicología cognitiva, han sido muchos los investigadores que han llegado a la conclusión de que los errores nos ayudan a aprender. Algunos de los hallazgos de sus investigaciones parecen lógicos. Otros son sorprendentes, pero lo cierto es que muchos de los que son relevantes para los docentes no se perciben en la mayoría de las aulas, probablemente porque como sucede con muchas investigaciones, los resultados no salen del ámbito académico y, por tanto, tienen un mínimo impacto en la práctica.
Y esto a pesar de que todos hemos escuchado frases tales como “aprendemos de nuestros errores” o “la adversidad es la escuela de la sabiduría”. Y, sin duda, si en lugar de ceder ante la frustración de un error podemos trabajar constructivamente para entenderlo, la estrategia que hemos usado para resolver el problema ayuda a que los aprendizajes sean más sólidos que cuando nos limitamos a memorizar y dar la respuesta correcta. A pesar de ello, nuestros sistemas educativos castigan los errores en lugar de verlos como una oportunidad de aprendizaje.
La pregunta es, entonces, ¿cómo podemos ayudar a nuestros estudiantes a aprender de sus propios errores? He aquí algunas ideas.
1. Considera los errores como una fuente de aprendizaje
Cuando los estudiantes son conscientes de que la respuesta que están dando al problema no es la correcta, pueden intentar resolver el problema a un nivel más profundo en comparación con alguien que simplemente ha memorizado la respuesta. Además, como docentes no deberíamos limitarnos a corregir el error, sino asegurarnos de que los estudiantes reconocen y comprenden la razón por la que la respuesta no es correcta.
2. Mejorar la motivación y la autoestima corrigiendo los errores y superándolos
Un estudiante que es capaz de corregir una respuesta incorrecta experimenta una sensación de éxito personal. Siente cómo su esfuerzo ha valido la pena y cómo mejoran sus habilidades. Esa experiencia de éxito le lleva a ser más persistente y a esforzarse aún más cada vez que tiene que alcanzar una meta de aprendizaje porque cree que será capaz de alcanzarla.
3. Honrar los errores
¿Respuesta equivocada significa solamente respuesta equivocada? No necesariamente. Los errores son multifacéticos. Proporcionan al docente información sobre la situación de cada estudiante y sobre sus déficits en el aprendizaje. Los errores también nos muestran si el estudiante comprende los requisitos y cómo podemos conectar en el aula, de manera óptima, los conocimientos previos con los nuevos. Como docente, los errores te ofrecen una base de información importante para estructurar las siguientes sesiones y pensar en el desarrollo individual de cada estudiante.
4. Deja claro que en tu clase están permitidos los errores
Si los estudiantes pueden aprender de sus errores, deben saber que cometerlos no es algo gravoso. Como docentes, deberíamos dejar claro que los errores forman parte del aprendizaje y que lo importante es aprender a gestionarlos de diferentes maneras. La pregunta es: ¿cómo podemos crear en el aula un clima de confianza en el que los estudiantes pueden cometer y aprender de sus errores? Seguramente, como docente, tienes varias respuestas. Simplemente decir que podemos animarles para que no abandonen y continúen buscando la solución correcta. De este modo, la recompensa por el aprendizaje sigue siendo el foco de atención. Los estudiantes no solo necesitan “permiso” para equivocarse, sino que deben sentir y saber que está bien equivocarse y que esa es también una forma de aprendizaje.
5. Ofrece feedback en el momento
Si tardamos en darnos cuenta de que un estudiante no ha comprendido algo y dejamos pasar mucho tiempo entre esa situación y nuestra respuesta, el pensamiento incorrecto puede afianzarse en la mente del estudiante, con lo que luego podría tardar más en “desaprender”. El proceso de enseñanza debería, por tanto, seguir estos pasos: actividades de práctica, errores, recibir retroalimentación o feedback, reflexionar sobre el feedback recibido, volver a intentarlo.
6. Anima a los estudiantes a adquirir el hábito de corregir sus propios errores
Dar a los estudiantes la posibilidad de corregir sus propios errores en cuanto los han cometido puede tener un impacto positivo en su motivación para el aprendizaje. Al mismo tiempo, aprender a descubrir la raíz del problema (no haber prestado suficiente atención, reiteración –“tropezar siempre sobre la misma piedra” o repetir una acción o respuesta errónea, tener una idea equivocada antes de comenzar) ayuda a entender y modificar procesos y hábitos.
Llegados a este punto, imaginamos que en algún momento puedes haber pensado en que no tienes tiempo en el aula para trabajar de esta manera. Y, sin duda, parece más rápido dar la respuesta correcta cada vez que un estudiante comete un error y seguir avanzando. Pero a la larga, eso retrasa mucho los procesos de aprendizaje y consume más tiempo en el aula. ¿Puedes imaginar por qué?
Directora de Growth Coaching Iberoamérica, profesora titular de universidad, consultora y facilitadora de procesos de formación en coaching y habilidades para la vida.
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