A pesar de que nacemos con una carga genética que va a condicionar nuestra capacidad intelectual, sabemos que el entrenamiento en tareas de concentración, memoria, control de impulsos, organización y autorregulación emocional aumenta la función ejecutiva y la adaptación al medio en los diferentes contextos donde se desarrollan nuestros pequeños (colegio, casa y amigos, principalmente).
El lugar del cerebro donde se encuentran las funciones ejecutivas como la concentración, la memoria operativa, el control de los impulsos, la planificación y la autorregulación emocional se denomina corteza prefrontal.
El ser humano no es la única especie animal que tiene corteza prefrontal, pues otros mamíferos también disponen de ella, pero sí somos los únicos que disponemos de funciones ejecutivas. Las funciones ejecutivas nos permiten dirigir la conducta hacia el logro de objetivos, sobre todo ante situaciones complejas y/o novedosas. Utilizando la metáfora de Goldberg, en la corteza prefrontal se encontraría el director de orquesta de nuestro cerebro (funciones ejecutivas) cuya principal tarea consiste en coordinar las diferentes partes de la orquesta, como la sección de cuerda (impulsos), viento (emociones) y percusión (pensamientos) para acabar tomando una decisión lo más adaptativa posible.
En cuanto al desarrollo cerebral se refiere, podemos decir que las funciones ejecutivas debutan en el niño sobre los 2 años y tienen un mayor desarrollo entre los 4 y los 7 años. Una de las funciones ejecutivas que más se tarda en adquirir es el control de impulsos (inhibición), es decir, aquella habilidad que nos permite no ser impulsivos, ya que las neuronas inhibitorias no proliferan significativamente hasta los 4 años de edad. Muchos de los trastornos y dificultades que tienen nuestros niños y jóvenes implican un mal funcionamiento ejecutivo: TDAH, dislexia, trastornos de conducta, baja tolerancia a la frustración, impulsividad, etc.
Son muchas las funciones ejecutivas de las que podemos hablar y que podemos entrenar en nuestros hijos y alumnos: planificación, toma de decisiones, concentración, gestión emocional, lenguaje interior, flexibilidad cognitiva, perseverancia en una tarea, control de los impulsos, aplazar la recompensa, memoria operativa, etc.
Por cuestiones de espacio, me centraré en 5: concentración, inhibición de impulsos, memoria operativa, flexibilidad cognitiva y planificación.
Concentración:
Es la capacidad que tenemos para mantener la atención durante periodos largos de tiempo. Un niño en la etapa de Educación Primaria no puede mantenerse concentrado durante más de 15-20 minutos. ¿Qué pautas podemos llevar a cabo para fomentar la concentración? Es necesario hacer descansos cerebrales, evitar ejercicios memorísticos y proponer tareas que sean motivadoras para los niños. Se pueden proponer actividades como sopas de letras, buscar a Wally, sudokus, mandalas, etc.
Inhibición de impulsos:
Aquellos alumnos que no terminan de leer la pregunta y ya están contestando o que levantan la mano en clase antes de que el profesor acabe de preguntar, suelen mostrar una pobre inhibición de los impulsos. A esto se le denomina impulsividad. La impulsividad puede ser cognitiva (saltar de un pensamiento a otro) o bien conductual, mostrando una dificultad para estar quieto. Una manera de trabajar con los niños impulsivos consiste en entrenarles en autoinstrucciones. Esta es una técnica en donde les vamos diciendo los pasos que tienen que ir dando ante una tarea concreta (lavarse los dientes o planificarse para hacer los deberes en casa) hasta que finalmente son capaces de decírselos a ellos mismos (lenguaje interno). Podemos trabajar la inhibición de nuestros alumnos de la siguiente manera: hacemos una cartulina con el dibujo de unas manos aplaudiendo y otra cartulina con unas zapatillas. Cada vez que saquemos la cartulina con las manos aplaudiendo, los alumnos darán un pisotón fuerte en el suelo, mientras que cuando saquemos la cartulina de las zapatillas, los alumnos darán una palmada. Se pueden ir haciendo variantes de este último ejercicio. Otra manera de trabajar esta función ejecutiva es mediante el conocido efecto Stroop.
Memoria operativa:
Es la capacidad que tenemos de registrar información, mantenerla y manipularla. La memoria operativa es un tipo de memoria a corto plazo, pero la diferencia fundamental es que opera o manipula la información que mantenemos on-line. Para potenciar la memoria operativa o también llamada memoria de trabajo, podemos hacer ejercicios de cálculo mental (3x4x3-2), deletrear palabras en orden directo o inverso, escuchar una historia o ver una película y hacer un breve resumen, etc.
Flexibilidad cognitiva:
Los alumnos que tienen la capacidad de generar diferentes hipótesis o tentativas para solucionar un problema concreto poseen una buena flexibilidad cognitiva. Sin embargo, aquellos que se centran en una única solución son rígidos cognitivamente hablando. La rigidez cognitiva es típica de los niños con TDAH y personas obsesivas y narcisistas. ¿Cómo podemos trabajar esta función ejecutiva con los más pequeños? Podemos proponerles acertijos o actividades donde tengan que plantear diferentes opciones hasta que den con la solución. Por ejemplo, en esta imagen el niño tiene que conseguir que el toro mire hacia el lado contrario con sólo tres movimientos de palillos.
Otro ejercicio consiste en resolver la siguiente suma de letras sabiendo que T=0 y que el resto de letras tienen asignado un número entre 0 y 9 sin que ninguna repita.
Planificación:
La planificación u organización se pone en marcha cuando visualizamos las diferentes maneras que tenemos de solucionar un determinado problema. Está íntimamente ligada a la toma de decisiones. Los niños que no se suelen planificar bien, suelen ser desordenados, no llevan los libros a casa ni los deberes al día siguiente al colegio, calculan mal los tiempos, llegan tarde a los sitios, no les da tiempo a acabar los exámenes, etc. Algunos ejemplos de cómo podemos entrenar la planificación de los niños son: ordenar una serie de viñetas desordenadas, torre de Hanoi, laberintos, el clásico juego de misioneros y caníbales, etcétera.
Para concluir, quisiera decir que no existen ejercicios puros para trabajar una única función ejecutiva, sino que todas las actividades potencian varias a la vez. Además, los juegos de mesa son un elemento muy efectivo y motivador para trabajar las diferentes funciones ejecutivas: parchís, ajedrez, Dobble®, Jungle speed®, dominó, Tabú®, Uno®, etc.
Rafael Guerrero Tomás es psicólogo, director de Darwin Psicólogos y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Además, también imparte clase en el Máster de Atención a la Diversidad y Apoyos Educativos del Centro Universitario Cardenal Cisneros. Especialista en TDAH, trastornos del aprendizaje y trastornos de conducta. Autor del libro “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Entre la patología y la normalidad” (Libros Cúpula, 2016).
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