¡Qué mal llevamos que nos digan que no! Aborrecemos esa palabra y es que a nadie le gusta recibir un “no” por respuesta, ni a niños ni a adultos. Ese “no” compite directamente con nuestras ilusiones y expectativas. No es de extrañar que, así, nuestra reacción natural sea la decepción, la rabia y la tristeza.
Este cúmulo de emociones lo conocemos como frustración y se vive con gran intensidad durante la infancia. Los niños en etapa infantil, debido a su incapacidad para gestionar las emociones negativas, tienen dificultad para aceptar este sentimiento y por eso se dan rabietas y grandes enfados. Los docentes hemos de proporcionarles las herramientas y soluciones para enfrentarse a ello.
Actividades para Educación Infantil y Ciclo Inicial:
Los primeros pasos en este aprendizaje deberían comenzar con la identificación de “las señales de alerta” que las emociones negativas (rabia, tristeza, enfado, vergüenza, etcétera) generan en nuestro cuerpo y nuestro estado de ánimo. Así, podemos emplear los siguientes ejercicios en clase para incitar a la reflexión:
1. Observar atentamente fotografías de personas enfadadas o tristes y tratar de reconocer cómo esas emociones se manifiestan en el cuerpo, especialmente en la cara: ¿qué postura tienen estas personas?, ¿cómo están sus hombros?, ¿y su piernas?, ¿cómo es su mirada?, ¿qué otras cosas nos ayudan a saber que se sienten tristes o enfadadas?
2. Buscar ejemplos cercanos: ¿cómo sabemos que papá y mamá están enfadados?, ¿en qué lo notamos?, ¿y nuestros hermanos o los compañeros de clase?
3. Atender a nosotros mismos, cómo nos afectan esas emociones y qué nos hace sentir así: ¿dónde sentimos el enfado?, ¿y la tristeza?, ¿cómo sabemos que nos sentimos así?, ¿cuándo nos enfadamos?, ¿qué ha de pasar para que nos sintamos tristes?
Actividades para Ciclo Medio y Ciclo Superior:
Tras reconocer las emociones de enfado y tristeza y qué nos hace sentir así, es necesario dotar a los alumnos de recursos para canalizarlas. Los ejercicios en clase han de ir en esa línea y han de facilitar su expresión. Una situación tipo podría ser la siguiente:
“Estoy enfadado porque no quiero que me pongan más deberes en la escuela, pero he de aceptar que la situación es así: No puedo evitar tener esos deberes para mañana.” Me siento irascible y bloqueado porque la situación no me gusta pero, por más que me sienta así, nada cambiará, y mi emoción me está dificultando finalizar la tarea y pasar a hacer otra cosa que me motive más.
De esta manera, los posibles pasos para guiar la emoción del niño y salir de la frustración serían los siguientes:
1. ¿Cómo me siento? Trataríamos de identificar y aceptar la emoción que sentimos en ese momento: “Veo que me siento muy enfadado”, “estoy triste ahora mismo.”
2. ¿Cómo nos libramos de esta sensación negativa? Podemos mostrar varias ideas a los niños para que expresen y vacíen sus sensaciones negativas: llorando, pataleando, gritando, rallando un papel y coloreando, escribiendo notas de enfado, rompiendo periódicos antiguos, etcétera.
3. ¿Qué me ha provocado este malestar? Miraríamos de identificar lo que lo que nos hizo sentir así y dar un mínimo razonamiento respecto al motivo de la frustración: “Estoy enfadado porque me han puesto muchos deberes en la escuela y no podré ir a casa de Marcos”.
4. ¿Podemos hacer algo para resolver esta situación? En el caso del ejemplo, no podemos hacer nada, ya que no depende directamente de nosotros el número de deberes que nos pongan.
La mayoría de frustraciones se producen por esto: Son situaciones impuestas que tienen consecuencias sobre nosotros pero sobre las que no podemos hacer gran cosa para cambiar.
5. ¿Qué podemos hacer para que nos afecte lo mínimo posible? Este último paso consistiría en optimizar estas situaciones de frustración e incluso buscarles el lado positivo. En el caso de los deberes, podríamos ver que si nos ponemos ya a hacerlos seguramente los acabaremos pronto y podremos ir a jugar con los amigos o a pasar la tarde al parque. Por otro lado, también, esos deberes nos ayudarán a estar más preparados para el examen y consolidar los conocimientos aprendidos.
El ejercicio debería ser doble: Por un lado, deberíamos buscar la manera de sobrellevar la situación de forma productiva y, por otro lado, trataríamos de buscarle una versión optimista y positiva.
Finalmente, como apunte para los adultos, solo nos queda destacar que no es nada conveniente evitar las situaciones de frustración a los niños. Son experiencias normales que se dan en la infancia y que se seguirán dando durante la madurez. Así, evitarlas solo conseguirá que alarguemos un estado de paz ficticio y que nuestros alumnos no se sientan preparados. Es mejor entender estos momentos como un laboratorio para la vida adulta.
Rocío López Valdepeñas es maestra especialista en innovación educativa y emprendimiento.
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