Si hace unos meses se hubiese propuesto realizar un ensayo práctico de los conocimientos digitales del profesorado español impartiendo clases de forma exclusiva a través de Internet, se hubiese organizado un revuelo de repercusiones inimaginables. No serían pocos los que aducirían una gran cantidad de impedimentos para un experimento de este tipo:
- Los estudiantes y docentes no están preparados tecnológicamente y no cuentan con los equipos necesarios para llevarlo a cabo.
- El profesorado carece de los conocimientos suficientes para pasar del medio físico, presencial, al virtual.
- Previamente se hubiese tenido que formar a los docentes con ingentes cantidades de cursos sobre los más variados temas como: ‘La clase online’, ‘La evaluación no presencial’, ‘Herramientas digitales educativas’, ‘Cómo acompañar emocionalmente al alumnado a distancia’ y un larguísimo etcétera que hubiese durado, no meses, sino años.
- Los temarios, libros y materiales de apoyo no están adaptados y serían totalmente inútiles en estas condiciones.
Y con toda seguridad esta lista se extendería a lo largo de varias páginas y nos demostrarían, con una certeza casi científica, que lo de dar clases online es poco menos que una idea fantasiosa, imposible de alcanzar durante esta década (y probablemente tampoco durante las siguientes).
De bruces con la realidad
Sin embargo la realidad es imprevista, sorprendente y muy tozuda. De repente, y de un día para otro, nos hemos visto inmersos en una serie de acontecimientos que nadie podía prever hace pocas semanas. En estos momentos nos encontramos dando clases online, hablando con los alumnos a través de videoconferencia, grabando vídeos con nuestras explicaciones y manteniendo reuniones virtuales con el resto del claustro de nuestro centro educativo. Y esto no solo ha pasado en una comunidad autonómica, ni siquiera en España, podemos decir sin riesgo a equivocarnos que tiene una repercusión a nivel planetario.
La forma a la que los diferentes centros educativos y profesores se han enfrentado a esto está siendo muy irregular y la falta de experiencia ha llevado en más de un caso a una serie de malas prácticas. Afortunadamente a través de Internet se están promoviendo actitudes y formas de actuar más correctas, especialmente a través de los docentes que tenían experiencias previas en e-learning, es decir, en educación a distancia.
Qué ha cambiado en la situación actual
Es indudable que esta situación es nueva y diferente a la que teníamos hace unos meses y es algo que los docentes debemos tener muy presente si queremos realizar una educación de calidad y efectiva a través de Internet. Veamos algunas características que debemos tener muy en cuenta:
- Los estudiantes están solos frente a su ordenador o dispositivo que está conectado a Internet. Lo que antes se arreglaba con un ‘profe no lo entiendo’ ahora se queda en el aire. El alumno lee y vuelve a leer aquello que le ha mandado el profesor intentando descifrar qué es eso que le quiere decir cuando habla de ‘orbitales de la configuración electrónica’ o de que un gen tiene varios alelos. “¿A-le-los, de qué?”
- El tiempo necesario para entender y, por lo tanto, aprender se dilata mucho. No todos tienen en casa un padre o madre profesor que les sacará de dudas. La inmensa mayoría se enfrenta en soledad ante la duda y la incomprensión.
- No podemos dar por supuesto que todos tienen un ordenador para su uso exclusivo. Muchos deberán compartir el ordenador con la familia y otros ni siquiera tendrán. En su lugar utilizarán el móvil. Afortunadamente el nivel de penetración del móvil en los adolescentes es cercano al 100%, aunque no ocurre lo mismo con los niños de Primaria.
- La situación educativa no es comparable a la de unas vacaciones, donde se mandan deberes, sino que es distinta. Estamos en periodo lectivo y hay que tratar de forma distinta la manera en la que enviamos trabajos y explicamos nuestra materia.
Algunos errores
Los docentes de las etapas educativas obligatorias no estamos acostumbrados a la educación online. Por lo tanto es normal que cometamos muchos errores que provienen de los hábitos adquiridos en la educación presencial. El primer paso para solucionarlos es, por supuesto, conocerlos.
- Desde los primeros días, la tendencia que se vio fue la de mandar tareas y deberes de lo último que se había explicado en clase, lo cual entra dentro de lo esperado. Pero posteriormente algunos han seguido con la misma mecánica y han continuado mandando trabajos sobre materia que el alumnado no ha visto anterioridad. Esto no es aceptable.
- La mayoría de las veces no basta con mandar leer unas páginas del libro de texto, una página web o ver un vídeo de YouTube para que el estudiante se ponga al día en algo que no había estudiado antes. Este es uno de los errores que se están cometiendo con más frecuencia. Es necesario cambiar la forma en la que enseñamos para adaptarla al medio digital.
- Mandar trabajos, lecturas o cualquier otra tarea sin preocuparse lo más mínimo de recibir una retroalimentación apropiada. Y no me refiero a responder los mensajes que manden los alumnos, ya que supongo que quien más quien menos les responde, sino a establecer unas pautas concretas, regulares y activas para recabar información de los alumnos: lo que piensan sobre lo que se está haciendo, las dudas que tienen, las opiniones que quieran manifestar…
- Intentar recuperar la materia perdida y avanzar al mismo ritmo que con las clases presenciales. Internet y el trabajo online en solitario llevan sus propios ritmos que no son los mismos que los de las clases presenciales. Hay que ser muy conscientes de esto.
Buenas prácticas
Si tomamos como base la situación actual, poniendo énfasis en evitar cometer alguno de los errores mencionados anteriormente, podemos deducir algunas acciones consideradas como buenas prácticas:
- Reducir el ritmo de trabajo
Este es uno de los principales temas que debemos recomendar, no es posible avanzar al mismo ritmo que con la clase presencial. Es algo que los docentes debemos asumir, por Internet todo es mucho más lento. Un buen termómetro para saber si la carga de trabajo es excesiva es cuando debemos corregir todo lo que nos envían con comentarios privados sobre la tarea realizada por cada alumno. Si nos vemos desbordados y nos faltan horas en el día para hacerlo bien, es que estamos mandando un exceso de tareas. Y por supuesto, también podemos preguntárselo a ellos directamente.
- Acompañar al alumno en el proceso de aprendizaje
Estos días hay que tener una especial sensibilidad y empatía con los alumnos, de forma que nos lleve a acompañarlos en su proceso de aprendizaje, evitando exigir la realización de tareas. Debido a su aislamiento, los estudiantes necesitan mucho más las palabras de sus profesores tanto de explicación como de aliento.
- Combinar distintos sistemas
Debemos evitar utilizar el mismo sistema para enseñar continuamente. Hay que alternar entre distintos métodos y ser creativos: resúmenes del libro, investigar por Internet, hacer vídeos explicativos muy cortos (nunca más de 7 minutos), organizar debates online a través de los chats, usar pizarras compartidas para asignaturas como Matemáticas, realizar videoconferencias y encuentros en directo, hacer concursos (estilo Kahoot), formularios con preguntas autoevaluables o escritura en un blog, entre otras.
Para terminar debemos tener presente que el trabajo que estamos realizando, algunos con mucho esfuerzo, servirá en un futuro cercano para implementar rutinas y metodologías que hasta ahora muchos no se habían siquiera planteado. Los medios digitales tienen mucho que aportar a la educación y es en estos momentos cuando una gran parte del profesorado empieza a ser realmente consciente.
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