El aprendizaje basado en la indagación (ABI) es una metodología que puede resultar muy útil para la enseñanza de las ciencias, tanto naturales como sociales, así como para cualquier contenido y nivel educativo. Tiene innumerables ventajas en términos de aprendizaje y puede llevarse perfectamente de manera online. Por todo esto, es una alternativa que vale la pena conocer y, quizás, explorar durante el confinamiento por la COVID-19.
Adaptando el método científico
Esta metodología activa utiliza una adaptación del método científico para que los estudiantes construyan su propio conocimiento sobre cierto contenido. En el ABI los alumnos indagan las relaciones causales que pudieran existir entre dos o más fenómenos y para ello, formulan hipótesis sobre estas relaciones y las prueban, realizando experimentos y haciendo observaciones (Pedaste et al., 2015).
El aprendizaje basado en la indagación se organiza en torno a un ciclo con cinco fases principales (Pedaste et al., 2015; Harlen, 2013, Hsu, 2015):
1. Orientación: en esta primera fase nace la curiosidad respecto del tema a investigar, que es seleccionado por el profesor o los alumnos. Se identifican las variables involucradas y se define el problema a investigar.
2. Conceptualización: se definen las preguntas de investigación y las hipótesis a probar.
3. Investigación: en esta fase se planea y se ejecuta el proceso de recogida y análisis de datos para dar solución a las preguntas planteadas.
4. Conclusiones: en esta fase se extraen conclusiones a partir de la información obtenida y se comparan los resultados del análisis con la hipótesis planteada en un inicio.
5. Discusión: se presentan los resultados del proceso y éstos se comunican a otros. También se reflexiona sobre las etapas del ciclo, lo que puede llevar a la creación de nuevas preguntas de investigación.
¿Cómo el ABI beneficia a los estudiantes?
Esta metodología puede tener gran impacto en el aprendizaje de los alumnos, independientemente de su nivel educativo. Correctamente mediada, el ABI permite desarrollar variadas habilidades, como son la formulación de preguntas e hipótesis, planificación y conducción de experimentos, recolección y análisis de datos, presentación de resultados y obtener conclusiones a partir de la información obtenida (Pedaste et al., 2015). Algunos estudios muestran que el ABI genera altos niveles de motivación en el alumnado, y genera actitudes positivas hacia el aprendizaje de las ciencias (Bayram et al., 2013; Dorier y García, 2013), pues entrega mayor autonomía al estudiante a la hora de conducir su propio proceso de adquisición del conocimiento (Harlen, 2013). Al mismo tiempo, los aprendizajes obtenidos a partir de esta metodología serán significativos ya que emergen desde preguntas reales, y las respuestas a las que se lleguen serán construidas por el trabajo de los estudiantes (Bayram et al., 2013).
Para que las potencialidades de esta metodología emerjan, es imprescindible que el profesor medie el proceso de manera eficaz. Es decir, el profesor debe guiar cada fase del ciclo estructurando las tareas implicadas, debe promover la comunicación efectiva entre los estudiantes y fomentar la reflexión sobre las actividades realizadas (Hsu, 2015). Es importante verificar que las preguntas planteadas sean de calidad y que las hipótesis sean plausibles de confirmar o rechazar luego de la investigación. En fin, dado que es un proceso complejo y que no brota naturalmente de los estudiantes, el rol del profesor es acompañar cada paso, estimulando la emergencia de buenas preguntas o señalando las debilidades en la planificación de la investigación, entre otras cuestiones, para asegurar que el proyecto llegue a puerto (Harlen, 2013). Un andamiaje adecuado permitirá una comprensión más profunda de los contenidos tratados (Hsu, 2015).
¿Cómo puedo aplicarlo en este contexto?
Dado el contexto actual de confinamiento en el que nos encontramos, con la educación presencial momentáneamente suspendida por la pandemia de COVID-19, cabe la pregunta de si puede este método adaptarse a un entorno digital online. ¿Qué beneficios puede traer?
Como se dijo antes, este método estimula la participación activa del alumnado en su propio proceso de aprendizaje (Bayram et al., 2013). Esta ventaja se hace especialmente relevante hoy, ya que es más probable que los estudiantes, desde sus casas, se involucren en actividades motivadoras que en tareas monótonas. Mientras el profesor entregue guías adecuadas y pautas de acción en cada fase del ciclo y logre generar un diálogo eficiente con sus alumnos para chequear su proceso de indagación, puede asegurarse de que estos tendrán altos grados de involucramiento y motivación.
Para asegurar una correcta mediación sin estar presente, el profesor puede desarrollar instrumentos de evaluación que permita a los estudiantes guiar su trabajo y reflexionar sobre su quehacer de acuerdo a indicadores claros y objetivos. Ejemplos de estos instrumentos pueden ser rúbricas, escalas de apreciación, guiones pautados para la investigación, entre otros. El gobierno de Canarias ha elaborado una guía simple para la elaboración de secuencias didácticas usando aprendizaje por indagación, que puede ser de gran utilidad. El equipo ‘Deusto LearningLab’ de la Universidad de Deusto ha desarrollado variados recursos educativos que buscan apoyar al profesor para la implementación del ABI. Otra página web que ofrece material para los docentes para trabajar con ABI es fisquiweb.es. De aquí se pueden sacar muchos ejemplos de experiencias de laboratorio, sobre todo para Secundaria.
Recursos tecnológicos
Además, existen varios recursos tecnológicos que permiten visualizar relaciones entre conceptos complejos, lo que puede ayudar a los estudiantes a establecer conexiones solidas entre ideas y generar hipótesis adecuadas. Una aplicación útil para el trabajo con máquinas simples, por ejemplo, es un simulador de mecanismos llamado Relatrán 3.2, que además es gratuita (https://didactalia.net/comunidad/materialeducativo/recurso/relatran-). Con ella los estudiantes pueden construir sus propios mecanismos de transmisión y de transformación del movimiento y de esta manera probar sus hipótesis.
La ciencia está en todas partes, pero es necesario aprender a descubrir su acción constante en todo lo que nos rodea: este contexto “hogareño” puede ser una excelente ocasión para desarrollar esta conciencia. El profesor puede estimular a los estudiantes a realizar preguntas científicas en el ámbito de lo doméstico, que pueden ser tan apasionantes como las de laboratorio. Es importante que los estudiantes formulen preguntas sobre fenómenos que esté al alcance de su mano responder (por ejemplo, determinar factores que influyen en el proceso de descomposición de cierta fruta, comparar la conductividad térmica de dos materiales, encontrar máquinas simples en la cocina…), lo que los ayudará a comprender el mundo que los rodea.
El ABI idealmente se trabaja en grupos, ya que implica contrastar opiniones y discutir para llegar a conclusiones con cierto grado de objetividad. En tiempos de confinamiento, la tecnología se pone a nuestra disposición para extender nuestras posibilidades de encuentro y cooperación. Es importante que las actividades planteadas permitan a los estudiantes a trabajar de manera colaborativa, recordándoles que es una forma de asegurar la rigurosidad y objetividad. Se puede poner como ejemplo el caso de científicos que realizan investigaciones juntos, pero separados por miles de kilómetros de distancia.
En fin, el ABI es una metodología con innumerables ventajas, pues permite el desarrollo de competencias científicas y puede ser aplicada (tomando las precauciones necesarias) en el contexto actual, ya que entrega mayor autonomía al estudiante en su proceso de aprendizaje, con altos grados de motivación y disfrute de las ciencias.
Referencias: Bayram, Z., Oskay, Ö. Ö., Erdem, E., Özgür, S. D., & Şen, Ş. (2013). Effect of inquiry based learning method on students’ motivation. Procedia-Social and Behavioral Sciences, 106, 988-996. Buchanan, S., Harlan, M. A., Bruce, C. S., & Edwards, S. L. (2016). Inquiry based learning models, information literacy, and student engagement: A literature review. School Libraries Worldwide, 22(2), 23-39. Dorier, J. L., & García, F. J. (2013). Challenges and opportunities for the implementation of inquiry-based learning in day-to-day teaching. ZDM, 45(6), 837-849. Harlen, W. (2013). Inquiry-based learning in science and mathematics. Review of science, mathematics and ICT education, 7(2), 9-33. Hsu, Ying-Shao, Lai, Ting-Ling, & Hsu, Wei-Hsiu. (2015). A Design Model of Distributed Scaffolding for Inquiry-Based Learning. Research in Science Education, 45(2), 241-273. Pedaste, M., Mäeots, M., Siiman, L. A., De Jong, T., Van Riesen, S. A., Kamp, E. T., … & Tsourlidaki, E. (2015). Phases of inquiry-based learning: Definitions and the inquiry cycle. Educational research review, 14, 47-61.
Francisca Silva Alcalde, es licenciada en Pedagogía general básica y Educación. Este artículo forma parte de un proyecto de aprendizaje-servicio coordinado por el profesor Fernando Trujillo Sáez y Conecta13 dentro del Máster en Innovación Educativa de la Universidad Carlos III, la Fundación Estudio y la Institución Libre de Enseñanza.
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