Mucho se ha hablado en los años más recientes sobre realidad virtual, sin duda alguna un valor al alza muy innovador dentro del aula. Pero intentemos ir un paso más allá: hablemos de los hologramas en educación.
Todos tenemos una noción aproximada de lo que es un holograma y lo que trae consigo la holografía: una transformación del imágenes que, superpuestas a la realidad, modifican la visión que tenemos de nuestro entorno. Y aunque parezca ciencia-ficción, la tecnología se acerca cada vez más al mundo de los hologramas, que tarde o temprano terminaremos utilizando en nuestras clases.
Qué es un holograma
Es posible que cuando hablemos de hologramas, muchos se remonten a las primeras películas de Star Wars. En ellas, unos vetustos (pero efectivos) efectos especiales permitían que apareciesen imágenes tridimensionales emulando a la persona al otro lado de la comunicación. En esencia, una representación superpuesta sobre nuestra realidad, de un objeto alejado de nosotros.
La realidad es que, a pesar de haber pasado ya casi cuarenta años de aquellas películas, la tecnología está aún lejos de conseguir que todo esto funcione y sea real. Sin embargo, las posibilidades en el sector educativo son inmensas, muchas de ellas compartidas con lo que la realidad virtual propone.
Lo que pueden hacer los hologramas en educación
Recorremos museos virtuales, estudiamos medicina o incluso exploramos el universo; son solo algunos de los muchos usos de la realidad virtual que ya están disponibles, y que podemos aplicarlos en nuestras clases. La holografía va por una línea similar a la de la realidad virtual, ya que supone la creación de determinado tipo de contenido.
¿Qué contenido podemos crear a través de hologramas? Aunque aún es pronto para confirmarlo, sobre la teoría podremos crear todo aquello que deseemos. Igual que podemos crear un modelo tridimensional de un monstruo para un videojuego o emular un mundo medieval, todo lo que se cree sobre los hologramas dependerá sustancialmente de las ideas de los desarrolladores y diseñadores de contenidos. A priori, es un campo infinito.
Dentro de todo esto podemos empezar a elucubrar e idear. Imagina proyectar un holograma de una ciudad medieval e ir recorriendo el castillo y sus estancias, las casas de sus habitantes, la iglesia o el cementerio. Imagínate este recorrido aplicándolo a otras civilizaciones, como la romana, la egipcia o la griega.
Pero alejémonos de lo que la historia, por su facilidad de simulación y recuerdo, puede ofrecer. Plantéate realizar simulaciones científicas enfrente tuyo, a través de hologramas. ¿Qué ocurre si un coche y un camión impactan de frente? En la actualidad ya podemos simular este comportamiento a través de ordenadores, pero los hologramas ayudarán a aportar una visión más realista.
Por supuesto no podemos dejar de lado la creación de contenidos, que en un mundo idílico no estaría solo de la mano de los profesionales del sector: los niños, de diferentes edades, podrán crear sus propios juegos, simulaciones y todo tipo de contenido, haciéndoles partícipes de toda esta tecnología. Al igual que ya pueden programar, y en un futuro también crear sus propios entornos de realidad virtual, será idóneo que también puedan manipular sus propios hologramas.
La holografía que ya existe
Y aquí llegamos al momento en el que descubrimos la realidad: buena parte de esto no existe, ni siquiera está previsto que llegue al mercado en los próximos años. Al contrario que con la realidad virtual, que va por el buen camino de ser la siguiente gran tecnología del mercado, la holografía es aún un sueño.
Aunque existen múltiples trabajos e investigaciones —la respectiva página en Wikipedia da jugosos detalles de todo esto— que intentan descifrar los enigmas que nos permitirán crear hologramas en nuestro entorno, no existe una tecnología real y con capacidad comercial para poner todo esto entre el público.
Tal vez lo más parecido que existe, mezcla de hologramas con realidad virtual y fuera del circuito científico, sean las Microsoft HoloLens: unas gafas de realidad virtual que trabajan sobre nuestro entorno, modificándolo y adaptándolo a lo que nosotros deseemos. Su desarrollo es aún muy inicial y su futuro, aunque prometedor, es incierto, pese a ya comercializarse por 3.000 en un modelo pensado para desarrolladores.
Pero la realidad es que hace cuarenta años, cuando se estrenaba la primera de Star Wars (luego terminó siendo la tercera, pero esto es harina de otro costal), pocos imaginaban que la realidad virtual terminaría existiendo y adentrándose en nuestras vidas. De igual forma que ahora mismo pocos piensan en que los hologramas formarán parte, en un futuro, de nuestras vidas, o de las de nuestros sucesores. Es, solamente, una cuestión de tiempo.
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