Se acerca el verano, y eso implica que se acaban las clases. Nuestros estudiantes pasan a tener un cierto tiempo libre que suelen combinar con cursos o campamentos de verano, o en el peor de los casos con varias decenas de ejercicios que ‘deben’ hacer durante el periodo estival.
¿Qué podemos hacer los profesores y formadores para que nuestros alumnos pasen un mejor verano? Hoy, aprovechando las fechas en las que nos encontramos, vamos a hablar sobre ello. Sobre las implicaciones del verano, sobre si deberes en verano sí o no, sobre para qué es el verano… y sobre lo que deberíamos hacer. Y como siempre, los comentarios están abiertos para que dejéis vuestras opiniones que estaremos encantados de recibirlas.
¿Deberes en verano? Mejor no, gracias
Uno de los puntos más críticos del verano son los ejercicios que muchos profesores mandan a sus alumnos, con la excusa de que no han aprendido ‘suficiente’ durante el curso. Cuadernillos de apoyo o tareas que han de realizar durante vacaciones.
Aunque ya hablamos concienzudamente sobre lo que los expertos decían de los deberes, no está de más recordar que en aquel texto ya concluíamos que no tienen un gran impacto en el conocimiento de los estudiantes, en la mayoría de franjas de edad. Durante verano, supuestamente una época de descanso, los deberes en verano deberían ser menos aún, o incluso mejor si no existen… al menos del modo en el que se han implantado durante el curso.
Un enfoque muy interesante es el de reforzar aquellas áreas de conocimiento desde un punto de vista práctico, con problemas de la vida real. No hablamos de dar una (o unas) hojas de ejercicios sobre un cierto tema que hay que resolver y cumplimentar, sino apoyarse del día a día, en el que muchas situaciones nos permitirán afianzar los conocimientos.
Por ejemplo, si queremos que un alumno mejore su cálculo numérico (imaginemos que Pedro, nombre ficticio, tiene que mejorar en sumas, restas, multiplicaciones y divisiones) puede ayudar a la hora de hacer la compra con un sencillo ejercicio de estimación de los gastos. Si tenemos que comprar seis bricks de leche, dos botes de tomate y cuatro latas de atún, ¿cuánto nos gastaremos más o menos? ¿Qué billete necesitaremos dar al tendero y cuánto nos devolverá? Será ideal hacer las cuentas en casa, antes de ir a la tienda, para luego refutar nuestra estimación con la realidad.
Hay una parte muy importante de las vacaciones de verano que recae sobre las familias. Nuestro papel como profesores y docentes es dar una serie de indicaciones, marcar los puntos de mejora e incluso recomendar itinerarios y ejercicios para realizar durante los meses estivales. Las familias se encargarán de determinar qué y cómo hacerlo.
Actividad y mucha diversión: actividad física, despejar la mente, divertirse.
Seamos sinceros: lo habitual es que la actividad escolar queme a los alumnos, sean del curso que sean. Pongamos un horario lectivo de 9 a 14, las actividades extraescolares, el deporte, los deberes, los exámenes —que cada vez son más habituales, ¡incluso tienen exámenes y controles todas las semanas!— hacen que nuestros alumnos tengan jornadas de diez, doce o incluso más horas. Esto es inviable en el largo plazo.
El verano es tiempo de cambiar esa rutina, y es algo muy necesario dar la vuelta a la situación. Esto no quiere decir que debamos ir a la postura inversa, sino que les propongamos actividades físicas y de diversión con labores que a ellos les apetezca hacer enormemente.
Si les vamos a inscribir en campamentos, que las propuestas de las actividades que se realicen en ellos sean adecuadas a sus expectativas; es decir, si al chaval le gusta el atletismo, no le apuntes a un taller de manualidades sino a uno de actividades físicas.
El ejercicio físico es precisamente uno de los grandes éxitos del verano, aprovechando que sus mentes —y su cuerpo— tienen más energía al poder realizar estas actividades desde primera hora. Hay cientos de propuestas por ahí fuera, muchas de ellas trasversales que mezclan actividades de corte intelectual con otras puramente físicas, y que se realizan durante estos meses de verano.
Uno de los objetivos del verano es despejar la mente para volver con fuerzas en el mes de septiembre. Al igual que un banquero no se coge vacaciones para pasar dos semanas trabajando para una empresa de asesoría financiera, un alumno no se coge vacaciones para hacer lo mismo que hace en el colegio, con la diferencia de estar en otro sitio.
Es importante diferenciar el periodo lectivo de las vacaciones, y esto implica cambiar de forma muy importante las actividades que se realizan: tanto el dónde se realizan, como el modo en el que se realizan o el qué se realiza.
Es el momento para abrir horizontes
Muchas veces durante el curso es difícil innovar y buscar nuevas actividades a realizar, pero durante verano podemos abrir nuevos horizontes. Descubrir un hobby, un nuevo deporte o, en definitiva, probar y aprender nuevas cosas.
La oferta del mercado es innumerable y sólo tendremos que encontrar aquella actividad que más se adecue a nuestros objetivos… o a lo que el joven quiera hacer. Junto a las actividades, es esencial la parte más social: hacer nuevos grupos de amigos, salir de nuestro círculo de confianza para afrontar nuevas amistades, o cooperar codo con codo con gente inicialmente desconocida, pero que con el paso de las horas vayan haciéndose nuestros aliados y compañeros.
En definitiva, el verano es una época diferente que ha de ser tomada como tal: para hacer cosas distintas, para divertirse y también para seguir aprendiendo, pero con un enfoque que debe cambiar respecto de lo habitual. Aunque por supuesto buena parte de todo esto está de la mano de las familias, los maestros, profesores y docentes debemos saber informar pertinentemente de cómo afrontar el verano.
Imágenes: Flickr de JD, Flickr de John Bolland, Flickr de Sander van der Wel
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