Cuando me preguntan cómo nació el proyecto de Educación 3.0, siempre digo que el germen está en mi primera visita a la feria Bett de Londres hace ya unos cuantos años. Entonces no era tan conocida y se celebraba en una antigua y evocadora estación de tren (Olympia Station). Mi sorpresa fue mayúscula: hasta ese momento desconocía toda la transformación que se estaba barruntando en las aulas, tanto en equipamiento digital como de cambio pedagógico. Todavía pensaba en las clases con pizarra de tiza y el docente ofreciendo su clase magistral, tal y como lo viví yo.
Gracias a esa primera visita, supe que los equipos informáticos de los que llevaba años escribiendo tenían una aplicación educativa. Y, por supuesto, aprendí que la educación ya no era una cuestión unidireccional y que el alumnado se encontraba en el centro del proceso educativo. Lo que ha venido después creo que ya es sabido por todos. Desde entonces regreso a Bett todos los años con la ilusión de un niño, ávido por descubrir los nuevos dispositivos que lentamente irán llegando a los centros educativos (monitores táctiles, impresoras 3D, realidad virtual…), y las metodologías activas o las tendencias que ya se están implantando en otros países y que comienzan a ponerse en marcha en el nuestro: robótica, movimiento maker, STEAM, trabajo por proyectos…
Esta edición de Bett ha sido especialmente motivadora por el gran número de docentes españoles que recorrían los pasillos de la feria, algo impensable hace unos años, y que es una muestra más de que algo está cambiando. Aunque siempre me queda cierta sensación agridulce: ¿Por qué es tan lenta la penetración de todos estos cambios en las aulas españolas? ¿Por qué regreso con la impresión de haber realizado un viaje a un futuro todavía demasiado lejano para la inmensa mayoría de centros? ¿Es comprensible que otros sectores acojan las últimas innovaciones casi al momento mientras que en el educativo todavía hay aulas que, literalmente, pertenecen al siglo pasado?
¿Por qué regreso con la impresión de haber hecho un viaje al futuro todavía demasiado lejano para la mayoría de los centros?
Y una última y no menos inquietante duda: ¿No corremos el riesgo de que se abra una brecha insalvable entre una educación privada (más proclive a adoptar la innovación y el equipamiento tecnológico) y una pública acuciada por los recortes y la más que probable falta de interés y visión de futuro de la clase política?
Este editorial se publicó en el Nº 25 de la Revista Educación 3.0 impresa, correspondiente a invierno 2017. Para poder leerla es preciso suscribirse: podéis hacerlo como centro o como particular llamando por teléfono (91 547 00 95) o a través de la página web. Además, ahora y hasta el 24 de febrero, aprovéchate del 20% de descuento en la suscripción.
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