martes, 3 de octubre de 2017

Para enseñar, antes hay que saber. La importancia de la Educación Emocional en los docentes

¿Acaso alguien nos ha ayudado a saber gestionar esas emociones? Quien lo ha logrado ha sido a base de palos. Y quien no haya tenido una moral o una situación personal que le ayudara a sobrellevar esos golpes, ha visto afectada su capacidad emocional. María José GR, profesora y bloggera en profenovato.com opina sobre la importancia de la Educación Emocional en los docentes. ¡Déjanos tu opinión en los comentarios!

Nosotros, los docentes de hoy en día, hemos crecido y sido educados en una sociedad donde ser sensible a las actitudes de los demás te convierte en un débil. Este mundo nos dice qué y cómo debemos ser, pero nadie nos ha enseñado cómo controlarlo para lograr serlo. Ten un descontrol emocional, y ya te tachan de problemático. Sé reservado y tímido, y eres un don nadie.

Quiero que mis alumnos sepan identificar lo que sienten, crezcan como adultos coherentes y entiendan a los demás para una correcta convivencia. ¿Vosotros no? Por tanto, debemos incorporar a nuestro vademecum la enseñanza emocional.

Inteligencia emocional

Situaciones de aula del tipo riña entre amigas, discusiones en grupos de trabajo, lloros sorpresas en el aula, empujones en patio o estallidos de rabia sin ton ni son, pueden reducirse si fomentamos entre nuestros alumnos la inteligencia emocional.

Para aquellos que no lo sepan, la inteligencia emocional forma parte de la teoría de las inteligencias múltiples que puede tener toda persona. Ésta, concretamente, se basa en nuestras capacidades cognitivas y conductuales relacionadas con el control adecuado de nuestras emociones y en la apreciación correcta de las de los demás.

Sería tan hermoso ver cómo un alumno, de la edad que fuera, supiera expresar con exactitud qué le ocurre y así buscar una solución entre todos.

Por tanto, es más que obvio que en los centros hay que introducir la educación emocional. No estamos hablando de una materia, ni si quiera de un proyecto. Sino que hablamos de algo transversal,  una enseñanza paralela e invisible que vaya haciendo mella en las capacidades de nuestros alumnos de forma constante y sin forzarla.

¿Tanto cuesta preparar una actividad para nuestra aula que trate las emociones y sus gestiones? A través de un juego en inglés, podemos hacer descripciones e identificar estados de ánimo. Podemos proponer lecturas para comentar donde se hable casos extremos de conducta y cómo resolverlos. Tenemos la tutoría para realizar ejercicios más prácticos de identificación de sentimientos y fomento de la empatía.

Predicar con el ejemplo

Pero para que esto funcione, la enseñanza debe partir del ejemplo. No podemos fomentar la inteligencia emocional en nuestras aulas, si primero nosotros no somos capaces de entender y controlar dichas emociones.

Formémonos, prestemos atención a nuestro yo interno, tomemos decisiones adecuadas a  nuestro estado de ánimo y utilicemos la empatía para mejorar el ambiente de nuestro centro. Cuando todo esto se haya cumplido, cuando seamos adultos coherentes y empáticos, podremos trasladar toda esa sabiduría a nuestros alumnos.

Si queremos que ellos crezcan como seres estables y sociales, debemos serlo nosotros primero.

Seamos el ejemplo emocional de nuestros alumnos, creemos un claustro cohesionado, cooperativo y de apoyo.

Cambiemos esta educación desde la base más fundamental, fomentemos la educación emocional partiendo de nosotros mismos.

Maria José GR

Mª José GR es profesora y bloggera en profenovato.com

 

 

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