Desde hace décadas, España se encuentra en la encrucijada de la educación: el sistema genera miles de perfiles cada año que el propio mercado laboral es incapaz de absorber. Varias reformas educativas después, la ecuación parece que sigue sin encajar. Aunque algunas variables como el abandono temprano escolar se han reducido (ha pasado del 31% al 18% en 10 años), el desempleo y la cualificación excesiva siguen siendo un lastre tanto para la productividad como para el sistema educativo. Por eso ahora, más que nunca, es necesario que los estudiantes, además de formación, adquieran ciertas habilidades transversales.
Tradicionalmente se ha querido vincular el elevado desempleo que vive España con la distribución de su economía, formada por un sistema basado en la construcción y el turismo, dos sectores que se caracterizan por perfiles de baja cualificación y con salarios más modestos.
Reconversión de los sectores económicos
Tanto España como la Comisión Europea han llevado a cabo en los últimos años diferentes planes para fomentar la innovación, la digitalización y la reconversión de ciertos sectores. Lo cierto es que estos proyectos no han eclosionado de la forma más adecuada. Sin ir más lejos, según ha denunciado recientemente Cotec, (fundación que promueve la innovación), el 30% del presupuesto dedicado a innovación ni siquiera se ejecutó en 2017. Y todo ello después de verse reducido un 60% en menos de una década, pasando de una inversión que se encontraba acorde con la media europea a posicionarse sensiblemente por debajo del resto de lo que presupuestan el resto de vecinos de la UE.
Entonces, ¿qué puede hacer el sistema educativo español para que los estudiantes de hoy sean los trabajadores del mañana pero con perfiles y sueldos ajustados a sus conocimientos? Para muchos expertos, la respuesta está en las habilidades transversales.
Estudiantes y trabajadores más »humanos’
Estas habilidades, reconocidas en inglés como «softskills» («habilidades suaves» es su traducción literal), buscan cierta humanización de los procesos de trabajo.Por este motivo, las habilidades o competencias transversales se harán cada vez más necesarias para que los equipos de trabajo sean capaces de adaptarse a los constantes cambios y mejoren el rendimiento de las empresas.
Principales habilidades transversales
Entre estas habilidades transversales existen muchos aspectos vinculados a las humanidades o la filosofía. Algunas de ellas también han de ser inculcadas dentro de la familia y desde los niveles más tempranos de la educación.
A pesar de ello, en la actualidad existen muchos planes formativos vinculados al coaching que ayudan a cualquier trabajador a conseguir mejorar sus metas profesionales aplicando este tipo de aptitudes. Entre las más importantes se encuentran:
- Trabajo en equipo: Si hay algo que ha de definir a los líderes del presente y del futuro es este concepto. Saber desenvolverse con más compañeros es imprescindible para mejorar la productividad, por lo que se valoran enormemente los perfiles que son capaces de llegar a entendimientos y no generan conflictos.
- Asertividad: Tan importante es saber trabajar en equipo como poner límites tanto en el ámbito profesional como en el personal. Es decir, saber decir no a tiempo para evitar problemas. Y, sobre todo, encontrar las soluciones de forma anticipada.
- Adaptación: La tecnología ha hecho que muchos sectores se transformen por completo y esos cambios cada vez son más veloces. Por ese motivo, los expertos señalan que hay que inculcar en las nuevas generaciones las herramientas necesarias para que sepan adaptarse a los cambios. Es decir, aceptar que todo puede ser de otra forma y que se puede mejorar.
- Liderazgo: Las dotes para liderar equipos han variado mucho. Ya no se espera que un jefe tome la postura inquisitoria ni que prevalezcan los sistemas excesivamente jerárquicos y verticales. Ahora es importante que los nuevos líderes tengan una visión más horizontal y tengan unas miras mucho más amplias para poder dirigir equipos que son cada vez más heterogéneos e internacionales.
- Comunicación: La habilidad para comunicar y la transparencia son dos aptitudes cada vez mejor valoradas tanto por los reclutadores como por las propias empresas. En la era de la postverdad, conseguir que los mensajes calen dentro y fuera de la empresa es tan importante como resultar honesto.
- Empatía: Ponerse en el lugar del otro es uno de los filones que ayudan a engrasar el trabajo en equipo. Es algo que han de tener en cuenta tanto los directivos como el resto de trabajadores.
- Responsabilidad: Cada empleado ha de asumir la responsabilidad con el trabajo que se le ha encomendado.
- Compromiso: El sentimiento de pertenencia a una organización es muy importante. Por eso hay que inculcar habilidades en los estudiantes para que sepan mostrar su compromiso con las empresas más allá de hacer las tradicionales horas extra. El compromiso supone tener sentimiento de pertenencia y estar orgulloso de trabajar en determinada corporación. Convertirse en el propio embajador de la marca.
- Ser buena persona: Para muchos, ser buena persona es la clave para llegar a ser un buen líder y un buen trabajador. Aunque puede ser una de las habilidades transversales más subjetivas, lo cierto es que engloba parte del resto de cualidades.
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